Actualizarse

Necesitas actualizar el teléfono, las noticias, el coche, las aplicaciones que ya no usas, el trabajo que ocupas, tu círculo de amistades, tu relación, tu apariencia, tu vida.

Hoy todo son actualizaciones. Estar al día, cambiar de casa, ir a la última, seguir la vorágine de cambios indigeribles que nos ponen delante. Si no lo haces, te quedas fuera.

Sin embargo, no nos paramos a reflexionar sobre si realmente necesitamos renovar todo eso que nos dicen. Si podemos vivir sin ello. Si realmente lo necesitamos.

Siempre he tenido mucho interés por la tecnología y su desarrollo. Es importante, bello, necesario. La oportunidad de hacer nuestra vida más cómoda -que no más fácil-.

Pero, un día, algo cambió dentro de mí.

Y no sólo en la forma en la que miraba a mi teléfono, lleno de notificaciones para actualizar todas esas aplicaciones que ya funcionaban bien -y que, de renovarlas, sólo harían mi dispositivo más lento y obsoleto-.

Pronto, me di cuenta de que muchas personas de mi entorno también cambiaban de parecer con la misma rapidez que la tecnología, que sus ideas eran un cúmulo de contradicciones y que no estar de acuerdo con ellas, me alejaba.

Entendí que las noticias que consumía a diario en los portales digitales se olvidaban con rapidez, que no recordaba nada de lo que había sucedido el día anterior y que en mi cabeza no quedaba más que un residuo digital de información confusa.

Observé cómo el amor, la idealización más clásica que existía, se troceaba en paquetes de datos, en bites de información sesgada hecha a mi gusto; en mensajes privados y conversaciones cortas -inimaginables en un cara a cara- cargadas de emoticonos mientras ambos compartíamos nuestra atención con otras personas.

Sería más fácil decir que antes todo era mejor.

Pero no, no lo era.

No creo que exista un momento mejor que éste.

Nos hemos dejado llevar, sin pensarlo dos veces, sin reflexionar si realmente nos sentimos cómodos con ello, sin poner unas reglas -las nuestras-, sin hacernos respetar.

Puede que no necesitemos ese último modelo de (insertar marca aquí) para seguir escribiendo en Whatsapp y hacer fotos de nuestros viajes. Ni tampoco viajar a todos esos lugares de moda para así formar parte de la conversación.

Quizá haya llegado la hora de reflexionar por qué pensamos como lo hacemos y si nos sentimos bien por ello, a pesar de no colmugar con el dogma de nuestro entorno.

Tal vez no necesitemos cambiar de empleo para ganar más porque el que tenemos nos gusta, ni de compañía sentimental porque nos convenzamos de que las cosas ya no son como antes -nunca lo fueron-, ni tampoco engullir titulares para sentirnos mejor informados.

Marcar la línea de nuestros principios y ser congruentes con ellos.

Decidir qué queremos cambiar, sin dejarnos llevar por el cambio.