Aviones

 

La foto es de 2014, en el centro de Praga, la capital de la República Checa. Estaba más joven, más enérgico, más desatado en muchos aspectos.

Por entonces, todavía no había escrito ‘El Profesor’, ni tenía en mente hacerlo. Recuerdo que fue un viaje largo en autobús desde Varsovia, quizá el más largo que he hecho y el último, pero guardo un grato recuerdo de aquellos días.

Viajar se ha puesto de moda en los últimos años y no me parece mal. La posibilidad de acercarse a otros países ha llenado las ciudades europeas de turistas de todo el mundo. Nunca ha sido mi fuerte, pero he terminado visitando más lugares de los que jamás hube imaginado.

Con el tiempo, me he cuestionado si esos viajes servían para algo más que formar parte de la conversación posterior.

A diferencia de lo que decía Pío Baroja, para mí, el nacionalismo no se cura viajando, ni los prejuicios tampoco.

Basta con ir a cualquier ciudad extranjera y encontrar una familia de turistas comiendo en un restaurante de su país, escuchando las comparaciones o cuestionando si en su tierra lo hacen mejor.

Lo único que me ha cambiado en estos años han sido otras personas, mi relación con ellas y la experiencia, tanto buena como mala, que me han brindado.

Desde siempre, soy de los que viaja sin un plan, sin una guía. Leo y estudio el lugar en función del interés que tenga en ese momento, tomo nota de algunos lugares de relevancia personal a los que visitar y, después, me dejo llevar.

Cargo con ideas preconcebidas, con juicios, y después busco la manera de tumbarlos, de deshacerme de ellos, de obligarme a luchar contra ese fuero interno que cree siempre llevar la razón. Y no siempre tengo la razón.

En la mayoría de sitios me dedicaba a observar a los de allí, entender sus vidas, sus miradas. Quizá por eso empecé desde el otro rincón de Europa, por el lugar del que apenas conocía nada.

En algunas ciudades, simplemente me decepcioné o experimenté agobio, inseguridad y peligro. Dicen que nunca digas nunca, pero yo digo que hay lugares a los que no volvería por segunda vez sin una justa razón.

Como las fuertes ingestas, lleva tiempo digerir todo y, después de años, de cuando en cuando salen los recuerdos a la superficie, llevándome a la reflexión de entonces y a la de hoy.

Después de tantas horas de aeropuertos, estaciones de tren y largas horas de carretera, sigo pensando que viajar es algo relativamente nuevo para la sociedad y todavía estamos asimilándolo.

Viajar no es más que una actividad, ya sea como válvula de escape o para paliar inseguridades o enriquecer nuestra forma de entender la vida. Pero, siempre, es importante plantearse su porqué antes de subir al avión.