Cosas de julio y algunas curiosidades


Yo también tengo una máquina de escribir que no uso

Hace casi dos semanas, dejé la capital y me vine al campo. Ya lo mencioné en una entrada anterior. Sin embargo, no mencioné qué iba a hacer aquí. Además de leer, relajarme, volver al deporte, disfrutar con calma del vino, los apertivios y tomar un poco de distancia del año vivido en Madrid -que estuvo lleno de momentos mágicos-, conduje hasta aquí con la idea de rematar la novela con la que me voy a presentar al Premio Literario de Amazon 2019.

Quien me siga por la lista de correo, probablemente, ya sabría esto.

Mi última novela, hasta la fecha, Falsa Identidad está funcionando muy bien, y yo estoy muy contento de que Dana haya gustado. No puedo estar más agradecido. De aquí a finales de año, llegarán las dos siguientes entregas que completan la primera trilogía, sin contar con la vuelta de Rojo y Caballero.

No me preguntéis de dónde saco el tiempo. 😄

Cambiando de tercio, será por el verano o por las vacaciones pero, últimamente, muchas personas con ánimos de adentrarse en la escritura, llegan a mi página a través de artículos que encuentran en Google (puedo ver las estadísticas).

Esta mañana he encontrado la Olivetti de la fotografía, con las teclas gastadas y descoloridas y una funda que la protegía del fondo. No soy un nostálgico, ni tampoco me planteo escribir a máquina una novela.

Hoy por hoy, sería un fetiche, más que otra cosa, por mucho que Tom Hanks adore estos aparatos. Lo único que perdura -y cada día lo veo más claro- en mí, de estas máquinas, es su simpleza.

Años atrás, solía utilizar programas como Scrivener, que funcionan muy bien, para ordenar las novelas, los capítulos y las tramas. Nunca le saqué el máximo potencial y, con cada novela, tiendo a volverme más minimalista, hasta el punto de escribirlas en el bloc de notas que trae por defecto el Macbook.

La experiencia de escribir en una tableta, no es nueva, ya que llevo unos cuatro años haciéndolo para evitar transportar el portátil. Pero es agradable, ligera, y me ayuda a concentrarme mejor. La falta de pestañas y ventanas abiertas, hace que me centre en el texto. Como se ve en la foto, es un aparato simple que, en total, no creo que valga más de 200 euros (en su día, no lo valió).

Por tanto, en realidad, cualquier programa preinstalado nos sirve. En 2019 hay tantas opciones gratuitas que uno se bloquea si tiene que pensar en la mejor. Un programa no escribirá la historia por ti.

Dicho esto, empiezo a notar cierta madurez en el mercado. Las editoriales pierden el miedo y apuestan por los escritores autoeditados (o indies, que suena menos cruel). Lo hacen porque existen lectores, saben que hay negocio (números reales) y porque el modo de leer evoluciona.

Recuerdo cuando me di una vuelta por la Feria del Libro de Madrid este año. Escuché diversos comentarios, desde los que opinaban que los libros digitales no tenían futuro, hasta los que decían que la gente no lee. Por fortuna, no podían tener menos razón y auguro unos años muy buenos para quienes disfrutamos leyendo y escribiendo.

Por lo pronto, esperad al 13 de agosto, que llegará mi nueva novela, de la que pronto os contaré más.

Para hacer más corta la espera, os dejo una foto de quien se encarga de que todo llegue a tiempo.