Criterio

Supongo que nuestra experiencia en internet comienza desde que tecleamos en la barra de Google. Esto me lleva a pensar que la acción siempre nace de dentro hacia fuera, y no al revés, pero no siempre es así.

Al igual que los medios, las redes en las que compartimos nuestras fotos, opiniones y secretos más íntimos, tienen sus métodos para que veamos lo que es más popular, para que alimentemos las tendencias que están en crecimiento. Sin darnos cuenta, la percepción que tenemos del entorno no es otra que la que nos hacen creer o, mejor dicho, de la que nos queremos creer.

Con el tiempo y sin buscarlo, he terminado leyendo los comentarios de gente a la que no dedicaría ni un segundo en la calle. He terminado siendo un observador de las tendencias que jamás me han importado. Y esto no me pasa sólo a mí, sino que nos sucede a todos, sin importar el lugar en el que nos encontremos.

Por suerte o no, siempre he tenido la virtud o el defecto de guardar una muralla impenetrable en mi cabeza, algo imprescindible estos días. Un espacio donde, a pesar de las opiniones ajenas, de los vientos que soplen, se ve inalterado por lo que ocurra fuera de él.

En un momento en el que el consumo de información es más nocivo que el de la comida rápida, en el que todo lo digerimos es efímero y banal, es importante tener las ideas claras, reflexionar por qué pensamos de un modo u otro, por qué hacemos lo que hacemos y darnos cuenta de si estamos con o contra nosotros mismos.

Mientras la red se cubre de gloria con viajes fabulosos, vacaciones estupendas y revoluciones personales, la calle es otro escenario, de decepciones, de comparaciones, de y tú qué haces y a qué te dedicas para hacerme una idea de cuánto cobras a final de mes; de rendirse, de no poder más, de menuda vida ésta que nos ha tocado vivir.

Un lugar donde la depresión tiene más presencia que la felicidad de estar por vivos por habernos tragado un escaparate ficticio que, como todos, sólo buscaba vendernos algo.

La imagen del niño que sube en bicicleta mirando a sus padres para recibir la aprobación.

Es hora de volver a los orígenes, a realmente pensar de dentro hacia fuera, a quejarnos menos y empezar a remar sin estar pendientes de la opinión del resto. Pedalear porque queremos llegar a un lugar concreto y no para que nos digan lo bien que lo hacemos.

Es hora de tomar distancia y empezar a tener criterio porque, de lo contrario, alguien lo tendrá por nosotros.

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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

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