Cuando tu libro cuesta como una porción de pizza

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Foto tomada de seriouseats.com

Hace unos días vi esto en internet. ¿Te suena? Todos sabemos que es popular en Estados Unidos encontrar una porción de pizza a 1 dólar. La pizza es algo que gusta a todos (o a casi todos) pero siempre me ha sorprendido cómo por 1 dólar (1 euro en Telepizza a veces, o aquí en Varsovia, suele rondar los 6-8 PLN, que equivale a un euro o dos). Haciendo un poco de Google y buscando pizza a un dólar, di con un artículo en Wall Street Journal que mostraba la siguiente imagen:

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Esto me llevó a la siguiente conclusión: la gente que vende pizza a un dólar, vende MUCHA PIZZA MARGHERITTA. Hay mucha gente que consume pizza a diario, pero la imagen muestra que el coste es mucho más alto. Todos sabéis que soy un fan de la pizza pero también de los libros, y que la carrera de escritor me ha llevado, en más de una ocasión, a comer pizza a deshoras.

Te preguntarás qué demonios tiene que ver la comida conmigo, y qué importa si la pizza es barata o no. Pues bien, tiene mucho que ver. Hay una historia detrás relacionada con algo que me ocurrió hace unos días. Como muchos escritores, vivo combinando un trabajo remunerado a jornada completa con mi trabajo de escritor, el cual desarrollo en horas libres y cuando la situación lo permite. Desde el principio me he declarado escritor independiente porque siempre fui así desde adolescente (gracias al punk y, después, a los mods) y por eso siempre tuve que ingeniármelas para salir adelante.
El invierno aprieta ya por aquí y hace falta ir abrigado y con energías para salir a la calle. Hace unos días, estaba en una tienda de música buscando algo de Coltrane para escuchar en casa. Había tenido un buen día y quería darme un homenaje. Por desgracia (aún no sé cómo), había olvidado la cartera en casa, con las tarjetas de crédito, el bono de transporte… todo. En mis bolsillos, un billete de 10 PLN (2,34 euros, más o menos), unos céntimos y las llaves de casa. Tampoco era una desgracia (a veces, me gusta salir sin teléfono), pero las tripas me apretaron y me vi en la tesitura de pensar qué iba a hacer.
Con la cabeza puesta en una de esas porciones de pizza calientes para llevar más que en Coltrane, encontré una recopilación tirada de precio, original con dos cedés, entre los discos de Miles Davis y Supertramp. Miré el precio: 11 PLN y conté las monedas y me llegaba.
—No me jodas, Pablo —me dije. Miré y busqué con tal de encontrar una segunda copia y esconderla. Sabía que si la dejaba, la perdería para siempre. Mi casa estaba lo suficientemente lejos como para volver, y posiblemente, me arrepentiría más tarde.
Tras unos segundos de lucha interna entre tripas y corazón, me di cuenta de que la pizza, al fin y al cabo, siempre estaría allí, pero aquel disco me daría momentos irremplazables para siempre. Era insultante que un disco costara DOS MALDITOS EUROS si se comparaba con Justin Bieber u otras estrellas del pop, que rondaban los 12 o incluso los 20 euros (como Led Zeppelin).
Traicioné a mi estómago pero no me importó demasiado y me llevé el disco de John Coltrane a casa. Cuando llegué, encendí el tocadiscos y puse el cedé, preparé algo de comer y me abrí una cerveza. 

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Poco después, las burbujas me hicieron reflexionar y me acordé de todos los libros y discos piratas que hay en internet cuando sus originales cuestan lo mismo que una porción de pizza. ¿Realmente la cultura es cara? No lo creo. Hoy, no lo es. Producir un libro, escribirlo, diseñarlo… Un proceso que cuesta horas y que, normalmente, no son remuneradas como las de alguien que trabaja en una oficina. Cuando alguien piratea a un autor o artista, está dándole a conocer, sí, pero también alejándole de su oportunidad de elegir entre Coltrane o la comida. Yendo un poco más lejos: por cada dos libros vendidos, tengo acceso a una porción de pizza.

Lectores con ganas de disfrutar hay muchos y aparatos digitales también. Todos leemos, no nos engañemos. La piratería continuará, porque es algo viejo que no cambia y que de algún modo, ayuda a promocionar o a probar primero. Sin embargo, si nos gusta alguien por su trabajo, hay que pagar para que siga haciéndolo, de lo contrario, buscará otra forma de ganarse la vida. Pagar como sea, ya sea comprando o enviándole un euro por PAYPAL, por transferencia bancaria o a través de un sobre. Siempre regalo libros, trabajos o incluso los vendo a precios bajos, y como yo, muchos otros, y aún hoy veo cómo se piratean.

Yo conocí a Coltrane gracias a internet, descargué sus discos con eMule y aunque posiblemente a él ya no le afecte, completo mi colección comprando los discos que me marcaron.