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El sol calienta el balcón, el mar está tranquilo, no como ayer, que bramaba ahogado en una playa que no le pertenece. En algún momento, alguien decidió ponerle diques al mar para bajar la violencia con la que rompía y ahora las olas llegan exhaustas. Aún así, es hermoso de observar. Me siento frente al escritorio que he adaptado con una antigua mesa y una silla giratoria. Es suficiente, simple, sin florituras. Recuerdo los días en los que la escritura era lenta, fría, junto a un café de franquicia, un bocadillo de salami y un montón de gente a mi alrededor. Entonces yo era el mar y aquello el dique que entorpecía mis palabras. Starbucks, Coffee Heaven, Caffè Nero, Costa… qué más da, todo queda atrás, como una imagen borrosa. Recuerdo a Paul McCartney cantando ‘Wonderful Christmastime’ y a mí arrastrando los pies bajo los copos de nieve.

Hoy, miro a un lado mientras doy sorbos a una taza de té y veo los rayos del sol entrando por la cristalera. Todo queda atrás como un recuerdo vago, pasajero y borroso. Una marca en la memoria que me hace dudar entre lo ficticio y lo real. Me miro las manos y entiendo que las únicas cicatrices que perduran son las del alma. No importa dónde hayas estado, pues tu recuerdo se convertirá en algo tan difuso e ilusorio que será imposible de recuperar. Algún día, querrás volver a él y te darás cuenta de que todo había sido mentira.

Por tanto, sólo nos queda saber que somos donde estamos, aquí, en este momento. Que las experiencias pasadas perfilan nuestras visión del presente, como el alfarero que da forma a su vasija. Fuimos lo que fuimos y somos lo que somos. Algo tan simple y redundante que no mencionaría si no fuera porque, en muchas ocasiones, vivimos anclados en una ilusión lejana. Y, tal vez, este año no haya montones de nieve, ni salchichas a la parrilla, ni luces de colores y si Paul McCartney canta, no volverá a ser lo mismo. Pero, qué demonios. Tengo el mar cerca, hay buenos vinos, jamón serrano, los bares llenos hasta la bandera y gente interesante a mi alrededor. Y, aunque no me gustara, es lo que hay, tú lo has decidido, siempre lo haces. Carpe Diem es eso y no terminar empotrado en un arcén. Mirar a los ojos, saber escuchar a quien tenemos al lado y cuidar los detalles; seleccionar la música, hacer de lo simple, un clásico; escribir otro capítulo de nuestra vida.

En el fondo, todos llevamos un libro dentro.