Florencia

Supongamos que me acuerdo de Florencia. De ti y de mí, de los dos corriendo por esos puentes, ebrios, más locos que hoy, más ingenuos que nunca. Una noche mágica en la que todos caminaban bebidos. Me perdí en la estación de trenes de Bolonia por llegar hasta allí. Más tarde te conseguí aquella bicicleta como muestra de lealtad, y al día siguiente comimos en el sitio de pasta que tanto te gustaba. Contigo aprendí a dejarme llevar, a sacar el lado más salvaje que habitaba bajo mis vestiduras. Era otro, y tú también. Esas resacas interminables que no me permitieron comer pizza antes de marcharme de allí, me marcaron para siempre como cicatrices. No estaba hecho para tanto Sex on the beach. Supongamos que hablamos de Florencia, de algo efímero y bonito de recordar.

Y quién lo iba a decir después de tanto tiempo, que al parecer no ha sido tanto, sino algunos años. Nos encontramos el uno frente al otro, como dos desconocidos, sin hablarnos, sin decirnos nada. Simplemente sabemos que existimos, pero yo todavía me acuerdo de Florencia, y de esas noches, y tengo un bonito recuerdo de ellas como espero que tú también. Y entre estas líneas, nadie sabrá de qué hablo hasta que tú lo encuentres algún día.

Y deberás pensar que soy un cretino por todo este tiempo, pero ambos sabíamos que cada uno tenía su camino y debíamos luchar por seguir en él. Las cosas pasan, todo se acaba, tú tomaste el tuyo yo sigo enderezando el mío sabiendo que algún día llegaré a la meta.

Hoy me acordado de ti, así sin más, sin venir a cuento, pero podría haber sido otra, porque después de todo, aunque pasen los años y pasen los días, yo siempre me acuerdo de todas, de unas más y mejor, de otras menos y peor, pero de todas, y tú fuiste una de ellas.