Es hora de parar(te) en el tiempo

Photo by Illán Riestra Nava on Unsplash

 

Todo está en la imaginación, así que más nos vale cuidar de ella.

Observo viejas fotografías de los años veinte. Todo parecía más fácil, más sencillo de llevar, más lento. Vuelvo a reflexionar y caigo en la cuenta de que es otro autoengaño, que debía de ser un incordio trabajar no poder viajar tan rápido ni tener al alcance lo que hoy poseemos.

Quizá por eso me guste viajar en coche más que en tren, porque siento el peso de la distancia, la infinidad de las líneas discontinuas en las autovías y la sordidez de algunas estaciones de servicio cuando no sale el sol.

Se derrumba la nostalgia y con ellas las ganas de vivir otra época. Después de todo, sólo hay una: la que nos toca vivir. En los tiempos que corren, lamentarse me parece un acto carente de rebeldía.

Veo la Puerta de Alcalá a lo lejos cuando salgo de dar un paseo por el Retiro. Es casi mediodía, el Palacio de Cristal está lleno de turistas, muchos de ellos jóvenes, haciéndose fotos para subirlas a la red.

Me fijo en una de las insignias que hay en uno de los pilares y me pregunto cuándo construirían el lugar. Hoy no pienso hablar de la tecnología y sus males, porque sin ella no podría estar escuchando al bueno de Baker mientras escribo estas palabras.

No pienso criticar ni posicionarme, porque me saturan ambas caras de la moneda. Lo más coherente es darle el uso que creamos que debemos darle a lo que tenemos delante.

Otra cuestión es la de si somos capaces de controlar nuestras acciones… La respuesta es no, pero éramos ya así antes de que llegaran los teléfonos.

Photo by Jose A Sanchez-Dafos on Unsplash

Subo la Gran Vía y paso por delante del Banco de España. Un grupo de empleadas fuma en la puerta junto a dos agentes de la Guardia Civil armados. A todos nos gusta ocupar una posición privilegiada, pienso. Al menos, creérnoslo.

El privilegio da seguridad, aunque no hay nada seguro en esta vida. Continúo hasta Sol y un montón de personas se manifiestan junto a los sindicatos. Despidos para todos, pero mejor reír que llorar, parece.

Sigo con lo mío, como el turista que fotografía a los sindicalistas como si fuera una gorda de Botero.

Quizá sea yo, mi carácter caótico, pero siempre he pensado que manifestar desacuerdo no debe ir ligado al aire festivo. Después de todo, te han dado una patada en el culo donde trabajas.

“Tan mal no estarán, mira cómo se lo pasan”, oigo por ahí.

Hace un rato que no compruebo el reloj, ni la pantalla del teléfono, ni me pregunto qué hora será. El buen tiempo ha venido, aunque no sea por mucho, y eso me alegra. Los rayos del sol calientan mi frente. Me siento cansado, pero feliz y no sé si ambas cosas están relacionadas.

Entro en una taberna con un buen amigo, nos tomamos un fino y unas aceitunas.

Huele a bodega, hay barriles con números y el camarero lleva las cuentas escribiendo en tiza sobre la barra de madera. Por aquí pasan las conversaciones, los planes de revolución y la cura de los corazones rotos en mil pedazos.

Tengo todo lo deseaba hace diez años. ¿Significa eso que tendré que esperar otros diez para conseguir lo que quiero hoy? No, porque tampoco tenía experiencia, ni prejuicios, aunque me sobraban las ganas por comerme el mundo. Hoy, sin embargo, soy feliz con una aceituna.

—¿En qué mundo vives? —me preguntan.

Pues en el mío, en cuál va a ser.

Qué mejor lugar si no que éste.

Todo está en la imaginación, así que más nos vale cuidar de ella.

Conecta conmigo

Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

Si te interesa la escritura, descubre el curso de escritura que ofrezco para escribir, publicar tu libro en Amazon y lograr tus primeras ventas.

Si te ha gustado, ¿podrías darme diez o veinte aplausos para llegar a más gente?

También puedes seguirme en Instagram: @elescritorfantasma

Facebook: /elescritorfant