Intensidad

 

En un bar irlandés del centro de la capital, pedí una pinta Guinness, a pesar de huir siempre de lo que no sea local. La última vez que había probado aquella cerveza había sido en Londres. Un batiburrillo de imágenes aparecieron en mi cabeza. La mayoría eran de bares como aquel y me di cuenta de que habían pasado posiblemente diez años de eso.

Me fascino con facilidad, del entorno, de las sorpresas de la vida y de cómo nuestro cerebro hace asociaciones que se disparan como un percutor cuando menos lo esperamos.

Mientras saboreaba la cebada, un buen amigo me contaba cómo sus días pasaban sin darse cuenta de ello. Despertar un lunes, acostarse un viernes y apenas recordar qué ocurrió entre medias.

Me sentí identificado con sus palabras. Hace unos años, no demasiado tiempo atrás, yo también vivía como él, dejando espacios vacíos en la memoria que eliminaba cuando el fin de semana llegaba. Días que no significaban nada más que la cuenta atrás para un cobro.

Hasta que me harté de ello.

A medida que pasan los años nos cuesta más experimentar cosas nuevas, razón por la que mucha gente rompe su matrimonio, se busca una pareja más joven, se compra un coche nuevo, viaja a un país por el que nunca ha tenido interés pero que está bien lejos, se interesa por la náutica, acude a clubes de intercambios de pareja, empieza a practicar esquí o se pone a correr maratones.

Pero el problema no está en un trabajo de 8 a 17 que nos atrapa. Ni en una vida familiar que nos absorbe.

El problema está en nosotros, que nos hemos olvidado de mirar la letra pequeña de la vida.

Escena de Alta Fidelidad

 

Lejos de romanticismos -como el chico de Into the wild-, cada día me levanto con la intención de que mis horas signifiquen algo. No es tan complicado. Me acerco al bar, escucho una conversación, leo unas cuantas páginas de un libro, disfruto de un disco de música o doy un paseo.

Es en los pequeños detalles donde está la magia de la fascinación. En los detalles y en las preguntas. Como cuando vemos una película por segunda vez, somos capaces de interpretar y leer entre líneas lo que anteriormente significó nada (u otra cosa).

Quien deja de hacerse preguntas, deja de vivir.

Tal vez el pasaje sea el mismo, esa nota estuviera allí desde que se grabó, pero nuestra forma de entender la vida está en constante cambio.

Hace años grababa discos recopilatorios a las chicas con las que salía. Hoy los únicos cedés que uso están en mi coche.

Me fijo en la arquitectura de los edificios y me pregunto por qué es así -y no de otro modo-. Todavía me sorprendo con el diseño navideño de los vasos de Starbucks, a pesar de que sea incapaz de pisar uno estando en España.

Sí, Starbucks, un lugar tan americano que me recuerda al maravilloso product placement que la franquicia hizo en You’ve got an email y a las horas que pasaba en una de esas cafeterías escribiendo en el centro de Varsovia con un americano que llevaba mi nombre.

Y así, con todo.

En un mundo donde todo está al alcance de un clic, no dejo que la ley de Pareto de Amazon ni el algoritmo de Spotify me diga qué seguir y permito que las pequeñas migajas me señalen el camino.

Como decía Elon Musk a Joe Rogan en su podcast: “La inteligencia artificial no es tan inteligente todavía.”

Lejos de seguir modas, leo por interés y no por novedad.

Hay demasiadas conversaciones. Mejor centrarse en una.

Escucho música por estado emocional y busco la manera de entender a la persona que creó aquello. Me emociono con la simple idea de poder entender las palabras de otra persona en un idioma que no es el mío.

Hace unos días escuchaba Radio 3 de vuelta a Madrid en el coche. Reconozco que hay espacios que me aburren una cosa bárbara, pero tuve la suerte de estar en el momento adecuado y encontrarme con Josh Rouse, artista desconocido para mí que me acompañó hasta la entrada de la capital con una sonrisa.

A eso me refiero. A los pequeños detalles.

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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

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