La cocina del infierno

googleearthpics: Amalfi Coast Drive, Italy

foto de larra-may.tumblr.com

Por suerte, había reparado el aire acondicionado del coche. Salí de la capital en buscar del mar, el cual aún no he visto, y me adentré en la autovía de una España ansiosa por empezar las vacaciones. Dejé atrás pueblos de montaña, de fachadas blancas y tejados rojos, tan bellos, tan pequeños, que no fui capaz de recordar sus nombres y deseé, por un momento, haberme salido de la carretera para ver cómo eran de cerca, entender su idiosincrasia.

Normalmente, suelo viajar en fechas atípicas, encontrándome camioneros, transportistas, comerciales, viajeros errantes y demás índole. Esta vez, igual que hace unos años, cuando regresé de Polonia atravesando Europa, las estaciones de servicio estaban atestadas de familias y parejas en busca de un poco de calma entre tanto ruido.

Tras llenar el depósito, me dirigí al baño. Estaba averiado. Un señor mayor intentaba convencer a la empleada para que le dejara entrar en el que estaba limpiando. El resto hacíamos cola. Lo suyo era una emergencia, lo nuestro un pasatiempo. Hasta entonces, no me había detenido a observar los acentos, rostros y palabros que salían y entraban de allí, cada uno de un lugar diferente, pero siendo todos del mismo.

Un café. Eso es todo lo que necesité para apreciar la vida, una vez más, entre tanta algarabía, y fotografíe aquello como un paisaje más que, tarde o temprano, incluiría en uno de mis libros, si no lo había hecho ya.

Continué mi camino, el termómetro aumentó, la lista de Spotify seguía sonando, y el paisaje se volvía más árido a medida que los kilómetros pasaban. En cierto modo, aunque nunca me lo hubiese planteado, sentir una calurosa -nunca mejor dicho- bienvenida al ver el cartel descolorido de mi comunidad autónoma y el metro de asfalto viejo que la separaba La Mancha.

Al fondo, aparecieron las palmeras. Bajé la ventanilla, vi un castillo en lo alto de una montaña y el soporífero aire húmedo se pegó a la piel. Intenté imaginarlo como una idílica película francesa, pero no. Esto era lo más parecido a cruzar una puerta del infierno.