Maletas

 

Hacía tiempo que no me detenía a escribir desde las tripas. Dicen que el corazón es más inteligente que el corazón, por lo que puede que la mayoría de las decisiones procedan de ahí. No lo sé, aunque sí que estoy seguro de que esos pinchazos, el revoloteo de mariposas o el nudo que aprieta cuando la marea sube, forman la brújula que guía mis días.

Hace más de seis años que rocié mis naves y puentes de gasolina para prenderles fuego. Hace más de cinco que me escribí algo en el brazo a modo de recordatorio. Hace dos que los rayos del sol me abrasaban los ojos mientras salía de la caverna de Platón y hace poco más de un año que regresaba a la costa mediterránea. Sin embargo, la aventura ha de continuar, aunque los barcos sean de papel.

Las vistas que tengo son bellas

 

Mientras tecleo estas palabras, observo por la ventana y veo un paisaje árido y hermoso. He pasado más tiempo aquí este año que en toda mi vida. Lo necesitaba.

Pensé que este 2018 sería el año en el que todo cambiaba y, creyendo que tomaba otro rumbo, así ha sido, a pesar de no haberlo terminado todavía.

Doce meses que han dado mucho de sí, ayudándome a encontrar a extenso grupo de lectores maravillosos por todo el mundo, a intercambiar mensajes de apoyo con el lanzamiento de El Doble y a ver cómo la voluntad y el cariño desinteresado son capaces de mover montañas.

Me siento realmente agradecido.

Pero no sólo ha sido positivo en lo laboral, sino también en lo psicológico. Me han ayudado a reflexionar, a elaborar un libro cargado de ensayos y pensamientos en los que he centrado mi visión de estos últimos cinco años.

Siento que se cierra un periodo en mi vida y por eso tomo rumbo hacia un estadio superior, una nueva etapa en Madrid, lugar al que me prometí regresar para quedarme hace más de una década en calidad de escritor.

Y, respecto a esto último, he aprendido tanto en los últimos años que siento decir que estaba equivocado.

Todos los estábamos y muchos lo siguen estando…

Tanto, que pronto demostraré que estoy en lo cierto.

Hasta hace poco, aquello que pensábamos que era lo correcto, las técnicas que funcionaban, no valen para nada. Pero peor hubiera sido darme cuenta de esto más tarde.

El cambio está por llegar y muy pocos lo ven. Hay un tren pasando lleno de plazas vacías al que sólo unos cuántos se subirán por no poner atención. Por eso he creado un curso revelando mis secretos -y los de otros mentores que me llevé por el camino-, para quien quiera escribir y publicar sin miedo al rechazo, a la frustración del silencio, porque vivimos en 2018 y es el mejor momento que jamás ha habido para vivir de la escritura sin tener que sucumbir al yugo de la industria.

Nadie tiene por qué esperar otros seis años sin resultados como los que aguanté yo.

Desconozco desde dónde escribiré la próxima vez.

Tal vez desde la capital o quizá desde un lugar remoto.

Lo mejor de todo es que el viaje -y no precisamente el de tren- acaba de empezar para mí y quiero que lo veas conmigo desde la primera fila.

La vida es maravillosa.