Mi club de la lucha

Fotograma de El club de la lucha (1999)

Ayer tuve un día poco productivo: las palabras se atascaban, me sentía inquieto y no podía meterme en la historia. Hay días buenos y otros no tan buenos.

Sin embargo, no me rendí e hice todo lo que estuvo en mis manos.

De lo contrario, me habría sentido peor.

Cuando esto ocurre, recurro siempre al mismo vídeo. Hay quien se motiva de otra forma. Cada persona tiene su mantra.

Los libros de Chuck Palahniuk y las películas de David Fincher me ayudaron a comprender muchas cosas.

Existe un final de una película que me ha marcado para siempre. La misma imagen me recuerda al resto de la cinta.

En mi caso, es la escena con la que termina El club de la lucha. Tyler y Marla cogidos de la mano, a punto de ver el centro financiero de Los Ángeles se viene abajo.

Por supuesto, mucho se ha dicho ya sobre ella.

Me has conocido en un momento extraño de mi vida

Edward Norton soltaba esa frase antes de que sonaran los primeros acordes de Where is my mind de Pixies.

Hace tiempo que mis días son así, un momento extraño, incierto, una lucha constante. Y eso me hace feliz, presente. Eso me obliga a no dar nunca nada por sentado.

Han pasado más de cinco años desde que empecé a vivir de este modo.

Tienes que saber, no temer, saber que algún día vas a morir, y hasta que no entiendas eso, eres inútil.

Aunque El club de la lucha hable de muchas cosas, tanto el libro como la película, me ayudó muy pronto a tomar acción ante lo que tenía delante.

Entre otras cosas, me ayudó a formar una actitud, a afrontar la derrota cuando no quedaba nada que perder.

En el club de la lucha luchas contra todas las cosas que odias en esta vida.

Pasamos parte de nuestra vida tratando de luchar por evitar el fracaso, un término al que ni siquiera le hemos dado connotación.

Fracasar es fallar, en este caso, a ti mismo y, por tanto, a los demás. Fracasar es tirar la toalla antes de tiempo porque prefieres aferrarte a una excusa externa.

Cuando las cosas te vayan mal, haz más, esfuérzate más porque, si no lo haces, terminarás formando parte de esas cosas que tanto odias, tarde o temprano y, para eso, siempre hay tiempo.

Después de una noche en el club de la lucha se baja el volumen del mundo real.

A medida que cambias la concepción de tu entorno y decides ponerte en marcha, te das cuenta de que todo aquello que parece fácil, no lo es.

Que las cosas requieren tiempo, esfuerzo, constancia, mejora. Que quienes critican y dan consejos gratuitos son, en su mayoría, los que menos hacen.

Tú quieres ser una anomalía, pues debes empezar a comportarte de un modo diferente aunque te critiquen.

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Desempeñas trabajos que odias para comprar cosas que no necesitas.

Demostrar, demostrar, demostrar. Al principio, como parte de la sociedad que eres, querrás vanagloriarte de tus propios y pequeños logos -todos caemos-.

Muy bien, date una palmada, pide una pizza y celébralo, pero no has logrado nada ni la gente te debe un minuto.

Sabes de sobra que en Internet todo es virtual, nada es real.

Te prometiste que vendrías a luchar.

Así que cierra la boca y deja que los hechos hablen por ti.

No quiero morir sin tener cicatrices.

Al final, tenían razón. La vida está hecha de victorias y derrotas. Únicas, diferentes. Tienes que disfrutar el proceso antes de llegar a la meta.