Nadie se acordará de ti

Poco a poco, siento cómo todo se transforma volviendo a la normalidad. La lluvia nos sorprende unos días, dejando la hierba húmeda y fresca, formando charcos que el perro salta con entusiasmo.

Camino por las calles de Madrid con la tranquilidad de estar haciendo lo correcto, a pesar de cargar con el peso de poder hacerlo un poco mejor. Pancho olisquea las esquinas y yo tarareo en mi cabeza ese disco de jazz bossa de Antonio Carlos Jobim del cual pienso que es mágico.

La ciudad tiene mucho que ofrecerme, pero mi demanda estos días es escasa.

Leyendo sobre la vida de Picasso, tomo notas acerca de su forma de trabajo y reflexiono sobre ellas. Él era un genio, yo no, y cualquier opinión a partir de aquí es banal. Me cruzo en Plaza de España con un monumento de don Quijote y Sancho, acompañados por la enorme figura de su padre, Cervantes. Desde que vivo aquí, vengo a pedirle fuerza e inspiración, a ver si se me pega algo.

A escasos metros, una pareja se hace una foto con el teléfono tapando la estatua del alcalaíno con sus cabezas. Me gustaría decirles que lo están haciendo mal, que están ocultando lo único que vale la pena, pero sigo mi camino.

Después encuentro con otras personas, más jóvenes que yo, buscando un momento de fama en las redes sociales. Una chica vestida a la moda (o lo que yo creo que se supone que es) se hace una sesión de fotos con un fotógrafo que va a la par.

Hay cierto halo de aficionado en todo, algo que me gusta y que aprecio. Los inicios son necesarios antes de la profesionalización.

El momento se queda apagado por el póster de uno de esos chicos de la tele que participan en una fábrica de cantantes.

Tengo la sensación de que todo el mundo busca la fama rápida, a cualquier precio, de que nos hemos olvidado de las cosas llevan tiempo, como los cambios de estación y las fases lunares.

Guardo la impresión de que nos hemos tragado sin masticar la falsa creencia de que la admiración está al alcance de todos, cuando lo que importa es el legado que dejamos antes de marcharnos, nuestra obra, la mirada con la que hemos visto esta vida para que otros tengan una hoja de ruta, en cualquiera de sus formas.

Después de todo, en estos tiempos modernos y efímeros, la muerte de Bowie o Steve Jobs sólo ocupa un día en el informativo y al día siguiente el tema de conversación es otro.

Por eso creo en la importancia de preocuparnos más por el día a día, por lo que hacemos, por irnos a dormir con la conciencia tranquila de haber hecho lo correcto, dejando a un lado las ansiedades de lo pasado, de lo impuesto y de lo que está por venir.

No existe nada peor que ver pasar la vida ahogados en las ambiciones de otros.

Por eso creo que hemos venido a pasarlo bien.

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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

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