No voy al cine en Madrid

Photo by Jose Cruz on Unsplash

Y ahora que estás en Madrid, ¿vas mucho al cine?, me preguntan cada cierto periodo de tiempo. Pues no, no he pisado un cine desde que estoy aquí. De hecho, para más inri, la última vez que lo hice, vivía en otro país. Con esto no quiero decir que no me guste ir al cine.

Las razones son otras.

Cuando era adolescente, solía ir todos los sábados, ya que no tenía muchas opciones.

Después llegaron las salidas nocturnas y el cine se convirtió en ese lugar propio para las citas, sobre todo, cuando no sabía muy bien cómo articularlas.

A medida que crecía, las salas pasaron a un segundo plano, pues esas dos horas de silencio se podían aprovechar conversando y conociendo a la chica en otro lugar como, por ejemplo, los bares. Finalmente, el cine se convirtió en el plan dominical cuando lo último que me apetecía era acostarme tarde entre botellas y ruido.

Tengo amigos que siguen yendo al cine, sin importarles si van solos o acompañados. Mi caso es otro. Durante los años de universidad absorbí mucho cine clásico y contemporáneo. Lo veía todo. Me fascinaba no sólo entender las tramas, sino apreciar la estética de cada película. De ahí que hoy mis novelas sean así.

Era una época extraña, en la que las películas antiguas aún se prestaban en discos rayados que alguien había descargado en su casa y que entonces pasaban de mano en mano hasta que resultaban imposibles de reproducir.
Me he vuelto algo más conservador, aprecio mi tiempo y, si conozco a alguien, no suelo llevar a una primera cita al cine.

Leer siempre ha sido el búnker de aislamiento en el que nunca me he sentido solo, más bien al contrario. Los libros me han asegurado la intimidad, el placer de un ritual que no he encontrado en otra parte. No soy de las personas que termina todo lo que empieza.

Para mí, carece de importancia eso. Si no me atrapa, lo dejo y voy a otra cosa.

Pero la cuestión es que necesito leer, cada mañana, cada noche, antes de la siesta, a veces un poco, otras bastante, hasta caer dormido, buscando una compañía que, en ocasiones, ni las personas que tengo a mi lado me pueden dar.

Cuando me preguntan si voy mucho al cine, ahora que estoy en Madrid, me gustaría responder lo que acabo de expresar en estas trescientas palabras, pero me limito a negar con la cabeza, sonreír y encogerme de hombros.

Profundizar en los sentimientos nunca ha sido un buen tema de conversación.

Nos gusta hablar de nosotros, pero no que nos hablen de ello.

Es mejor escribir, leer, beber, besarse y reír, y no necesariamente en ese orden.

Conecta conmigo

Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

Si te interesa la escritura, descubre el curso de escritura que ofrezco para escribir, publicar tu libro en Amazon y lograr tus primeras ventas.

Si te ha gustado, ¿podrías darme diez o veinte aplausos para llegar a más gente?

También puedes seguirme en Instagram: @elescritorfantasma

Facebook: /elescritorfant