El otoño es una muerte anunciada

Photo by Peter Kleinau on Unsplash

Lluvia en la calle. Al perro no parece importarle. El cielo encapotado, ese olor a asfalto, hojas mojadas y sobriedad a primera hora de la mañana. Los días así me provocan ganas de subirme al coche con lo justo y tirar kilómetros hasta llegar a una casa de madera en la montaña, preparar café, escribir junto a la lumbre y después celebrarlo con media botella de tinto y un poco de queso y embutido. Pero el coche se quedará donde está.

El otoño también me recuerda que la temporada de beber blanco se ha terminado, aunque no exista ningún código para ello. El cuerpo lo pide, como los estofados, las sopas de fideos y esas ganas de leer más y escribir menos. Cambiamos la piel, el cabello y, en ocasiones, también el alma. Por estas fechas tiendo a ensombrecer mi sonrisa más de la cuenta. Digamos que me gusta hacer el luto de una despedida anunciada. El adiós de los días calurosos. Pero, aunque mis palabras suenen a pena, no estoy triste en absoluto. Al contrario. Es un estado, como otro cualquiera, que me induce a una forma -quizá no nueva, pero siempre novedosa cuando llega- determinada de ver la vida. De lo contrario, sin las subidas y bajadas, todo sería muy aburrido.

Las novelas más tristes, las escribí durante días sin sol.

Recuerdo los inviernos polacos, más largos de lo que hubiese deseado, y cómo hacía esfuerzos para que mi escritura no decayera en un pozo de amargura. Por eso escribí tanto sobre el verano, el mar y la costa. En mi imaginación brillaba el sol a diario, mientras que no lo hacía al otro lado de la ventana.

La mente hay que ejercitarla, más allá de las sumas y restas. La mente hay que estimularla con colores, emociones y esos recuerdos del pasado que, realmente, si nos paramos a pensar, nunca existieron como tales. Fuimos nosotros quienes, para bien o para mal, decidimos recordarlos así.

Por eso escribir y leer, para mí, lo tienen todo. Al fin y al cabo, soy libre de crear, como de estimular y viajar, para terminar creyéndome -y viviendo- lo que yo quiera en ese momento.

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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

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