Planes

white ceramic mug with coffee on brown wooden table

Toda persona autónoma sabrá que el inicio de cada mes es como un ardor de estómago. Hacer facturas del mes anterior, enviar correos al contable y poner el contador a cero.

Hoy será uno de esos días, me temo. Preparo café porque me he despertado antes de hora, he salido a la calle cuando el bar aún no había abierto y sólo escuchaba mis pasos al caminar (y las pezuñas del perro, claro). Así que a las seis y media de la mañana ya tenía terminado el excel de lo que será 2020. Ya sé que queda todavía un mes por delante (y lo que eso conlleva), pero es importante planificar, sobre todo si eres un adicto a la tecla.

Planificar es importante para mí, me ayuda a hacerme una imagen mental de lo que tendré por delante. Existen ocasiones en las que nos sentimos poderosos, capaces de cualquier cosa. En 2017 tuve un momento como ese. Después, aunque no fue mal en absoluto, reconozco que me relajé un poco en 2018. Por eso, para 2019 quise recuperar ese estado, para volver a superarme y ponerme a prueba. Quería saber si era capaz de cruzar ciertos límites. Y la mente es maravillosa cuando se pone a trabajar. A principios de este año, tomando un café en las oficinas de Amazon, me preguntaron cuáles eran mis objetivos para los siguientes meses. Dudoso de si sería capaz, contesté aumentando la apuesta. Un arranque fuerte, pensé. Casi doce meses después, noto que he superado con creces lo que me propuse (a pesar de los quehaceres de la vida y todo lo que sale fuera de tu plan). He aprendido a adaptarme a las situaciones, en lugar de quejarme; a reorganizar mi plan de trabajo, sin llegar a estresarme (la presión me pasó factura en 2018). Me he demostrado que puedo ser más prolífico en todo lo que hago, si me concentro lo suficiente.

En los últimos meses cayó en mis manos el libro The Champion’s Mind de Jim Afremow, la experiencia de un entrenador de atletas olímpicos y estrellas del deporte y las técnicas que utilizan para alcanzar la excelencia. Me sorprendió que ya utilizara algunas de las técnicas que explicaba, a pesar de no ser consciente de ello.

Otro de los elementos que me ha ayudado, ha sido el modo avión del teléfono. Tan simple y tan útil. También lo han sido las tabletas digitales a la hora de escribir. Ligeras para desplazarte a cualquier lugar sin tener que llevar cables. Ayudan a evitar distracciones, son rápidas de cargar y muy útiles para teclear.

En 2016 compré este teclado bluetooth (para los más curiosos) que no necesita pilas y va como un tiro. Para escribir en el ordenador, prefiero este otro que compré en 2017 (que no es del todo mecánico, pero aguanta bien los golpes y tiene luces de colores, ¿qué más puedo pedir?). Ambos soportan las tundas que les doy a diario, así que estoy satisfecho.

Ya he comentado otras veces sobre las herramientas que uso. Incluí algunas en la guía de 2019 para escribir (hoy algo desfasada, tendré que escribir la del próximo año) y en julio, durante mi retiro espiritual en la campiña, os mostré una foto de mi diminuto escritorio porque soy un pesado con estas mierdas.

En el fondo, para escribir no necesitas mucho: un procesador de texto y una historia que contar.