Planificar el golpe

Todavía queda, pero estos últimos años he aprendido que es un error dejarlo todo para el final (o para el principio). Planear el año siguiente requiere, nunca mejor dicho, tiempo.
Mi perro Pancho hará en breve dos años. Aunque comencé a escribir antes de que él llegara, hemos compartido largos paseos y sesiones de escritura desde que custodia mi escritorio. Y espero que sean muchísimas más.

Este 2019 ha sido otro gran año de sorpresas. Tuve la suerte de vender los derechos de mis audiolibros a Word Audio Publishing y hoy son una realidad (de momento, en Storytel, aunque muy pronto en más plataformas). Nunca pensé que podrían voz a mis historias. Por otro lado, a principios de año, tuve la bonita experiencia de impartir un curso de escritura y publicación en la Universidad Miguel Hernández, lo cual fue estupendo y lo recordaré con cariño. Me trataron de diez. También pisé las oficinas de Amazon España por primera vez, tras haber sido finalista en 2018 del Premio Literario que organizan con El Doble. Este 2019 no pudo ser, pero seguiremos erre que erre. Entre evento y evento, aproveché para visitar Dubái, Varsovia y despedirme de Lisboa por una temporada. Eso sin contar los largos viajes cruzando la Meseta para llegar a terra nostra (la Costa Blanca) o mi retiro de un par de meses en la campiña alicantina.
He escrito unos cuantos libros aquí y allá, sin dejarme vencer por la presión cuando ésta asomaba por encima del hombro. He descorchado montones de botellas de vino, he aprendido a mejorar en muchos aspectos y he visto cómo el verano se convertía en otoño en Madrid. Dicen que he sobrevivido un año en la capital pero, en mi opinión, no me ha supuesto ningún esfuerzo. Más bien al contrario. A diferencia de lo que mucha gente piensa, mi jornada laboral no es muy diferente a la de cualquier persona normal. Porque es lo que soy al fin y al cabo.
En una frase: me he divertido mucho. Y quiero seguir haciéndolo.

Queda mes y medio para zanjar el año y aún tengo un par de proyectos abiertos a los que enfrentarme. Pero no todo ha sido un camino de rosas. En 2018 tuve que apretar el culo a la silla y entender qué estaba pasando: cambios en Facebook y Amazon, nuevos modelos de publicidad y el fin del tráfico orgánico. La consecuencia es que he aprendido más de lo que pensé a principios de año que aprendería. No sólo a optimizar y escalar resultados, sino también a tener un conocimiento más profundo de los datos que manejo a diario. Quién me diría que Excel y yo terminaríamos teniendo una bonita amistad. Así que cualquiera puede. El saber no ocupa lugar y este juego requiere estar en un proceso constante de aprendizaje.

Así que tal y como ha quedado el año, me temo que el próximo estará lleno de sorpresas de todo tipo. Quien empiece en estos lares, tendrá que ponerse al día. La mayoría de tácticas han dejado de funcionar. El ecosistema evoluciona. Hay mucho por absorber, pero todo es parte de un proceso a largo plazo, de una carrera de fondo. Poco a poco se entienden los números de la matriz. Quien se niegue a toquetear lo desconocido, pues… será cosa suya.
Por mi parte, seguiré escribiendo, mejorando en cada historia, publicando con más calidad consciente de cuál es mi posición en el tablero. Algunos proyectos verán la luz y otros no. Seguiré aprendiendo (un poco de lo mucho que me queda), arriesgando, fallando y ganando. Pero, sobre todo, me seguiré divirtiendo, porque de eso se trata en la vida, después de todo.