Prolífico

George Simenon, conocido por ser el creador del inspector Jules Maigret, solía escribir, cada día, de 60 a 80 folios en su máquina IBM eléctrica. En vida, publicó unas 500 novelas, y decía que escribía tan rápido porque su cerebro no le permitía ir más despacio.

Era metódico, ágil y sabía lo que hacía.

Reconozco que siempre he sentido curiosidad por los escritores prolíficos y las vidas que había tras sus nombres.

Nunca he juzgado a nadie por su modo de trabajar, ni por la velocidad.

No me interesan los prejuicios, sino lo que hay sobre el papel. Cada persona tiene su ritmo en la vida para todo, su manera de desarrollarse.

Me gustan las historias donde hablan de lo que no se ve, del arduo camino que se queda en la memoria. La curiosidad es importante y necesaria para el día a día.

Me gusta descubrir, saber más, entender a la gente, para aprender y reflexionar, en lugar de buscar la grieta por donde sabotearla. Al final, lo que prima es la satisfacción de uno mismo, en lugar de buscar la opinión complaciente de los demás, porque esto es muy complicado, por no decir imposible.

Hay mucha gente ahí fuera que, por norma, nunca estará satisfecha con lo que haga otra persona, por el hecho de no ser la protagonista.

Triste pero cierto, y es mejor aceptarlo y seguir con lo nuestro.

Los días son demasiado cortos para beber malos vinos, decía Goethe.