Propósitos

 

Últimas horas en casa antes de regresar a la carretera, a la gran ciudad, a la vida que se deja en pausa durante unos días. El tiempo corre para la mayoría, hay quien esperar que todo se acabe lo antes posible y quienes desean que nunca lo haga. Como cada año, siento que las cosas llegan a su fin de forma natural.

Quizá sea lo que más me guste de diciembre, dejando a un lado las festividades. Sentarme a recapacitar y echar la vista atrás para auditar mis acciones con tal de no perderme de nuevo. Tal vez sea el invierno y su fúnebre y aletargado color. Tal vez sea que enero signifique algo, aunque no sea más que un mes.

Recapitulo y planifico mis días venideros como un aprendiz de estratega. Un año fuerte y no duro, intenso pero no pesado y me alegra de que así haya sido.

Tomo notas en el cuaderno, garabateo números y títulos de novelas que nunca escribiré.

Salgo a la calle, el aire gélido y húmedo se cuela por los calcetines y me cuesta mover los pies. Meto las manos en los bolsillos de los vaqueros y cruzo la calle estrecha de la iglesia. Decenas de recuerdos me vienen a la mente de un barrido. Momentos que quedan lejos, en blanco y negro.

Si algo he aprendido este año, entre otras muchas cosas, ha sido conocer el péndulo de las emociones, comprender que lo que sube, baja siempre y que no hay que tomarse las cosas muy en serio. Observar los propios pensamientos para así obtener respuestas a las preguntas; distanciarse de lo innecesario y ser conscientes de la tela de araña en la que estamos atrapados (todos tenemos una). La impetuosa necesidad de demostrar (lo que sea) a otros que no somos nosotros, no es más que una pérdida de tiempo que nos hace más débiles.

Pocos días quedan para el año que entra y mientras miro a los escaparates y escucho de pasadas conversaciones que se repiten una y otra vez, sonrío al sol frente a la puerta del ayuntamiento.

Al 2019 le pido, además de salud, más lecturas, más asfalto, más canciones bonitas, más conversaciones cómplices en bares, en terrazas, bajo las sábanas, y más historias por escribir, para mí, para todos.

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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

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