Respiros que da la vida

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En ocasiones, la vida te da un respiro y estos días me lo está dando a mí. Bajan las temperaturas, la brisa helada se cuela por la ventana y me doy cuenta que llevo unos días atascado con esa historia que sale, pero no como me gustaría.

Conozco esta sensación, así que separo las manos del teclado y preparo café, me doy un respiro. Volveré más tarde a por ti, me digo, como quien va a la oficina de alguien y le dicen que ha salido a almorzar.

Sin embargo, no me siento del todo relajado, y eso lo noto en mi estómago, que es el mayor foco de preocupaciones. Una persona, a la que sigo desde hace años, suele decir que hay que atacar con más fuerza cuando estás en tu mejor momento. Es muy sencillo dormirse en los laureles, dejarse atrapar por la vorágine de la felicidad y flotar por un momento mientras tu alrededor sigue trabajando.

Me ocurrió en el pasado y supongo que lo volverá a hacer, pero este no es el momento y lo tengo más que claro.

Ayer leía una columna que hacía mención a las series, a Juego de Tronos y cómo una persona podía quedarse fuera de la conversación si no estaba al día.

Reflexioné y pensé en los temas que suelo hablar con quien me rodea. Rara vez entran las series y mucho menos las de actualidad. A veces, alguna película, discos, un libro que estamos leyendo… Por mi parte, me temo que vi todo lo que creí necesario cuando estudiaba en la universidad, pero después perdí el interés. De cuando en cuando veo alguna que otra película concreta y normalmente repito series que ya he visto o que me interesan por algo en concreto, como quien juega al Super Mario después de muchos años.

Por supuesto, tanto quien las ve como que no, desde mi punto de vista, hace lo correcto. Internet posibilita encontrar a gente que quiera hablar de lo mismo.
Esa no es la cuestión.

Lo importante es dar espacio a la persona, sin excluirla por la válvula de escape que haya elegido, sin darle lecciones de moral por lo que consume y disfruta.

Desde mi punto de vista, es más importante valorar qué clase de persona es, su pensamiento, lo que tiene que decir (si es que posee algún discurso); preocuparse por su felicidad porque, en realidad, el resto nos importa un carajo.

Aquí todos libramos mil batallas cuando se apaga la pantalla. Unas más duras que otras, pero ninguna exenta de sufrimiento. Cuando me abrumo, salgo a la calle, respiro aire fresco y me doy una bofetada de realidad. Los problemas se esfuman, la conciencia colectiva es otra y la conversación deja a un lado el despotismo de quienes se esconden en perfiles anónimos.

Por eso, cuando la vida te da un respiro, hay que seguir caminando, agradecido, pero caminando.

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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

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