Sacrificarse

Parece que el día será menos frío que ayer. Suena el despertador, me visto y doy el paseo matinal antes de que salga el sol.

Me pregunto si los perros también pasan frío.

Cuando enciendo la pantalla tengo la sensación de que hoy muchos vivimos en una reivindicación constante, como si fuera necesaria gritar alto para que nos escuchen.

Me agoto sólo de pensarlo.

A mí me basta con hacer lo mío sin gritarle a nadie. Sentarme en la barra de un bar de la cuesta de San Vicente, pisar las hojas secas de otoño, leer un libro en casa, esconderme en una de esas franquicias a escribir, ver Madrid desde el mirador de Debod, cocinar algo sencillo con la excusa de tomar un vino. Pero estos días sólo hay palabras.

Llevo un par de semanas sin vino, sin botellas, sin comida rápida, sin trasnochar y todavía no me he peleado con nadie ni me he unido a ninguna causa -pero he estado a punto-.

El cuerpo necesita cambios radicales para entender por dónde cojeamos.

Y sé que volverá, todo lo hará, cuando menos lo espere, pero prefiero que sea así.

El hedonismo, la buena vida, también requiere de barbecho, de vacaciones, para apreciarla por dos.

Y mientras tanto, uno sigue y se olvida, escribiendo palabras, tomando café, recordado que cualquier tiempo pasado fue mejor hasta que deja de serlo.

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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

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