Septiembre

El verano parece haber terminado para muchas personas. En mi caso, es curioso. No tengo esa sensación, aunque sí que es cierto que las ciudades vuelven a la vida.

He estado unos cuantos días desconectado casi por completo de Internet y es abrumadora toda la información que uno debe digerir cuando pierde algo de contacto. Tanto, que me produce una pereza abismal ponerme al día.

Sin embargo, esto confirma una teoría a la que llevo dando vueltas desde hace unas semanas (sobre todo, si tus ventas o negocio depende de la red). Estar activo, constantemente, en cada una de las redes sociales en boga, no te asegura nada. Debes aprender dónde se encuentra tu tribu y centrarte en ella.

Estos últimos meses han sido muy prolíficos profesionalmente, pero también muy buenos a nivel de ventas. Mi presencia en línea ha sido la misma o, incluso, algo menor, y no ha sido producto de una casualidad.

Desde hace unos años, por estas fechas, suelo retirarme al interior, alejado de todo, alrededor de un mes, según se den las circunstancias. Hay quien prefiere pasar las vacaciones haciendo otras cosas. Ya quemé suficientes veranos del amor y ahora prefiero estar solo, hasta que me canse. Por fortuna, tengo el resto del año para ir y hacer lo que me plazca.

Aprovecho este periodo para leer, reflexionar, hacer balance y organizar, ya no sólo lo que queda de año, sino el que está por llegar.

Cada día que pasa, nos detenemos menos a pensar acerca de nosotros mismos. Conocernos tal y como somos, es fundamental para comprender de qué estamos hechos. Entiendo que haya quien tenga miedo a hacerlo, de ahí que la mente suela crear sus mecanismos de defensa. Es jodido. Sobre todo, cuando sabes que, en el momento en el que abras la puerta de esa habitación -donde existe quien realmente eres-, los demonios te van a devorar. Y no habrá frase de Pinterest, publicación de Facebook o foto de Instagram que te salve. Todos sabemos dónde está esa puerta.

Las semanas me han servido de mucho. El deporte oxigena, el vino inspira y las lecturas alientan. Pero, si algo he aprendido -o recordado- es el modo en el que las redes sociales influyen y afectan a nuestro día a día, hasta el punto de tomar parte de nuestras decisiones.

Y, sinceramente, no me veo lidiando con eso.

Por supuesto, no voy a desaparecer de ninguna, aunque sí reducir el uso diario hasta mínimos. Sólo tomando distancia, podemos ver la imagen completa.

Por lo demás, en septiembre volveré a la carga con la segunda parte de Dana Laine.

Ahora, toca regresar a la capital.