Sumar y restar

Photo by Adria Berrocal Forcada on Unsplash

Soy una persona agradecida. No me puedo quejar por nada, ni ahora, ni antes. De hecho, siempre he pensado que quejarse sin hacer nada al respecto, es una pérdida de tiempo. Para mí, la vida es mente, al menos, la que nos formamos.

Me viene a la mente la imagen de Matrix 2, en el oráculo, cuando el niño le dice que es él quien se dobla, no la cuchara. Pero hay quien no logra entender esto en toda una existencia.

Hace unos días, tras la tercera taza de café y el repentino parpadeo en el ojo izquierdo, producto de la cafeína, di con un artículo del New York Times que me llevó a suscribirme a un programa para desintoxicarme del teléfono. Lo primero que pensé era que no iba a funcionar conmigo, pero lo que yo me había impuesto tampoco lo había hecho. Después de todo, mi problema no es el teléfono, sino el tiempo que pierdo dentro del agujero negro llamado internet.

Desde un tiempo atrás, intento deshacerme de todo aquello que pueda contaminar mis pensamientos. Alejar el teléfono de la mesilla de noche y sustituirlo por un despertador ha sido una gran mejora. Ya no digiero la bilis de las redes sociales antes del desayuno. Ya no leo las noticias que me ponen de mal humor antes de empezar el día. Lo que sí llevo haciendo un tiempo es madrugar lo suficiente sin que suene la alarma, ejercitarme durante unos minutos para poner en funcionamiento el organismo, dejar mis primeros pensamientos de la mañana por escrito, leer una hora el libro que llevo entre manos mientras sale el café y dar un paseo antes de sentarme a escribir.

Después, mi objetivo es dedicar el resto del día a escribir. Y, cuando termino, tomar café, pasear por la ciudad, verme con quien quiero emplear mi tiempo y, por qué no, procrastinar en la red. Lo llamo prioridades.

Esta es mi rutina y cada persona tiene (o debería) la suya, una que funcione, una que le haga feliz. Parece que se suponga que debamos resolver nuestra vida a los 29 o 33 años, cuando me temo que a los 40 o 50 tampoco se tiene claro.

Puede que haya llegado a los treinta con otros aires, que sea verdad que lo de cumplir años nos cambia. No lo sé, no trasciende demasiado.

Pero sí sé es que deseo centrarme en lo importante, en lo que para mí es relevante y me nutre a diario. Dedicar tiempo a eso y dejar a un lado lo demás, pese a que tengamos la sensación de que nos estamos perdiendo algo. Porque no es así.

Entender lo que suma y resta. Porque no somos parte de la operación matemática, sino el resultado de ésta.

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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

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