Veintinueve

Por primera vez en muchos años, despierto sin la necesidad de detener el tiempo y replantearme dónde estoy.

Siempre he dicho que cumplir años marcaba un antes y un después en mi vida, un momento de serenidad en el que pararme a reflexionar.

Seguir vivo es una buena señal aunque cada mañana nos cueste abrir los ojos.

Podríamos no hacerlo.

Anoche, antes de quedarme dormido, agarré el viejo cuaderno de notas al que había dedicado el año pasado por completo.

Entre las páginas había sueños que no se cumplieron, ideas abstractas, objetivos reales y mucha gratitud. Escribir en un diario ayuda a devolverte a lo que realmente importa.

Pasando las hojas, me di cuenta de que mis metas de entonces se habían hecho realidad, al menos, la mayoría de ellas.

No por arte de magia, sino por el empuje constante.

Sin embargo, al mirar atrás en el tiempo, también veo a otra persona diferente a la que soy hoy.

Durante muchos años, he buscado sin éxito la respuesta a una pregunta que se repetía constantemente en mi cabeza. Una pregunta que me ha llevado por los senderos más oscuros de mi interior hasta poder dar con ella.

En cada libro, sentía cómo me acercaba más a esa incógnita y a su resolución final.

Podía escribir y publicar que, después de un tiempo, volvía a sentirme igual de decaído.

Internet es una herramienta muy potente pero, en la mayoría de casos, su mal uso inintencionado nos está oxidando por dentro.

No somos conscientes de que las redes sociales se han convertido en el escaparate que nos gustaría tener y al que no tenemos acceso, generando sentimientos vacíos y tristes en nuestro interior.

Tardé tiempo en darme cuenta de que la única forma de cerrar el círculo vicioso en el que había entrado era aceptando quién era y no quién pretendía ser; con mis fallos y virtudes, con mis debilidades y fortalezas.

Y, aunque parece una frase enlatada que hemos oído cientos de veces, cuesta de digerir más de lo que creemos.

Una vez logrado, terminan las flagelaciones, los pensamientos tóxicos, las comparaciones innecesarias, y comienza el amor, ese amor que tanto damos pero que tan poco nos regalamos a diario.

A mí me llevó años, tal vez tantos como los días que cuento hasta hoy.

Entiende quién eres, acéptate y sé libre.