Victoria

Dicen que no hay mal que por bien no venga, y yo soy de los que cree en el refrán.

La foto es del última día de marzo. Estábamos de celebración, en algún lugar de España, y la ocasión requería ponerse de etiqueta.

Había sido un mes malo, para qué negarlo. Después de doce meses intensos, había perdido la concentración, el ánimo por muchas cosas, la musa para escribir -en la que nunca había creído- y veía, cada día, cómo el trabajo se acumulaba.

Bajé a mis infiernos, tan o más profundos que los de Dante, y me enfrenté a mis demonios, porque sabía que era la única manera de seguir adelante antes de quedarme atascado por más tiempo. Me acordé de Marco Aurelio y de su frase “lo que se interpone en el camino se convierte en el camino”.

En esa foto, sonreía complacido. La noche anterior, después de haberle contado mis preocupaciones a lo largo del mes, caminaba con mi hermano explicándole lo fortalecido que había salido de aquello, que aún quedaba mucho año por delante y que ahora sería imparable.

En esa foto, no era consciente de que la vida no es predecible como una película de Hollywood y que cada capítulo de ésta contiene una lección.

Esa misma noche contraje un fatídico virus estomacal que me hizo arrojarlo, incluso las ganas de saber del resto del mundo. Sabía que era transitorio, que llegaría a su fin, aunque fuera inaguantable.

Hoy he vuelto a desayunar. El sol brilla de nuevo.

Dejando a un lado el gris episodio de tres días que me mantuvo en cama, regreso a la aparente normalidad con varias reflexiones que he sacado durante mi ausencia.

-Nada es tan importante como tu salud: sin ella, no somos nadie y, en muchas ocasiones, maltratamos nuestro cuerpo de un modo u otro sin ser conscientes de que es el lugar que habitamos en este mundo. Todos tenemos estos momentos de iluminación cuando pasamos por un bache, pero es importante cortar los malos hábitos que desarrollamos.

-El tiempo es relativo: mi bandeja de entrada contenía doscientos correos sin responder antes de que ocurriera todo. Ahora, unos pocos más. La ansiedad de no poder contestarlos a todos -soy humano, qué puedo decir-, me estaba quitando horas de sueño. Tres días sin internet podrían haber sido el fin de todo para alguien como yo, pero no ha sido así. La vida continúa, nadie me ha recriminado nada y todavía estoy a tiempo de regresar.

Se acumula el trabajo, pero no es más que eso, trabajo. Me organizaré mejor, lo haré. No hay más.
Debemos tomar en serio lo que hacemos, aunque no dejar que afecte a nuestra salud, ya sea mental o física.

-Las redes sociales afectan a tu forma de entender la vida más de lo que crees: cuando estás enfermo, no quieres ser social y, por tanto, te importa un bledo lo que otros publiquen en sus perfiles. Das prioridad a otras cosas: familia, amistades, sueños por cumplir. Rompes con el qué dirán y la pretensión. En el momento que esto ocurre, tus acciones toman un rumbo diferente y organizas el tiempo mejor.

“Esto también pasará”
— Abraham Lincoln

-Gobierna tu interior, no tu exterior: Marco Aurelio hablaba de su ciudadela interna, esa fortaleza que nos hace impasibles ante lo que sucede fuera. Las cosas pasan y no hay más. Es vano pretender controlar los acontecimientos y no queda otra que ajustarse a ellos. Sin embargo, si en nuestra mano cabe, es crucial mantener la cabeza limpia de tóxicos pensamientos para salir cuanto antes de una mala situación.

Sé que tal vez suene con drama o exageración, pero todos vivimos un episodio así cada cierto tiempo. Ahora, miro a esa foto, que es de hace unos días, y siento como si hubieran pasado meses. Por supuesto, siempre hay cosas peores, pero me alegra haber visto en mis propias carnes que he sido fiel a aquello con lo que siempre predico.