Vidas perfectas

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Una vida perfecta, eso es lo que muchas personas desearían. No puedo decir lo mismo, pues pienso que la vida ya es perfecta de por sí, con sus imperfecciones, sus malos y buenos momentos. Todo es tan relativo que nos acojona pensar que es una cuestión de actitud, de mentalidad, por si no somos capaces, por si no estamos a la altura.

El mes ha empezado bien, con fuerza, algo desordenado como acostumbro.

Tengo la tendencia a establecer fuertes rutinas como una montaña de ladrillos, para después romperlas de un puñetazo. Pasa tan a menudo que intento castigarme lo menos posible, dejarlo estar y hacer borrón y cuenta nueva. Llevo tiempo intentando ser más indulgente conmigo.

Me miro en el cristal de un bar en el que he estado ya antes. Madrid tiene muchas cosas pero, sobre todo, locales a los que entrar, sentarse y observar mientras pides un café, un vermú o lo que te venga en gana en ese momento.

Las historias cocidas a fuego lento mientras el aguardiente corre por la cuenta del invitado que tienes al lado. Los diarios manchados de aceite. El runrún de las máquinas de juego. Los hay con más y con menos encanto, pero ninguno cierra la puerta a nadie. Es el propio espíritu quien nos hace sentir cómodos en ellos.

El calor pica en las aceras y el perro lo pasa mal al caminar. Me cruzo con un par de actores en la terraza de una cafetería. Al menos, reconozco a uno de ellos. Vi una película en la que actuaba. Recuerdo que estaba en el tren regresando de Valencia. Después me quedé dormido. Y como yo con su actuación, a diario personas pasan por delante de mis libros sin darle el clic de gracia que entrega su atención a mis historias. Y no pasa nada. Eso faltaba.

Caigo en la cuenta de que en esa mesa he estado yo antes. Todo se reduce a la nada. Aquí no cuelgan las medallas y quien cae en el error de creerse especial, mañana puede estar medicándose con antidepresivos.

Regreso a casa cuesta abajo y me cruzo con unos ojos bonitos, oscuros. Rasgos eslavos, tal vez rusa, quién sabe.

Me cepillo los dientes antes de dormir, leo y siento que mis ojos se cierran lentamente. Una vida perfecta, pienso y me digo que puede ser. No lo sé, pero tampoco trasciende demasiado. Mañana será otro día, habrá café en la cocina y el sol saldrá por el mismo sitio. Mañana tendré otra oportunidad para averiguarlo.

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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

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