¿A qué renunciarías por ser feliz? 

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Haciendo pizza desde 1942, decía el cartel. Eso son principios. Ni siquiera era un bar y apenas había un par de mesas. La mayoría de gente pasa esto por alto, pero hacer lo mismo durante tanto tiempo, es más que una cifra, significa mejora, aguante, fortaleza, claridad. La riqueza de lo simple.

Dicen que se avecina una recesión económica en 2020, de hecho, lo llevan anunciando desde hace tiempo. Yo sólo sé que en los últimos años todo han sido cambios, en mí, en mi entorno, en el mercado, en la forma en que los libros se leen, en la forma en la que los libros se venden. La crisis es constante y me ha ayudado a mantenerme alerta, a ser más estoico en el día a día para alcanzar los objetivos de cara al futuro. En un mundo tan rápido, no hay tiempo para lamentarse. Si vas a hacer una pausa, que sea para reír.

En 2017 escribí mucho, un buen puñado de artículos. Transcribí mi vida. Hay quien piensa que esto no sirve de nada, pero ya lo creo que sí. Ayuda, a uno mismo, a los demás. Puede que no hoy, tal vez mañana. Pero ya lo creo que sí. Es una forma de decir que sigo en pie, a mí, a quien me lee.

Volviendo la vista atrás, uno de los textos era “pizza fría y trabajo duro”. Ni siquiera era un manifiesto, pero se convirtió en ello. Por entonces trabajaba a la vez que ocupaba mi tiempo libre en escribir y estudiar cómo ganar dinero con la escritura (y convertirla en un oficio).

Lo estaba haciendo otra gente, lo había visto repetidas veces durante años. Para mí, no era una cuestión de suerte, ni de que la varita mágica de una editorial tocara a mi puerta. Al cuerno con todo eso, pensé en un momento en el que me encontraba a miles de kilómetros de casa en un lugar donde ni siquiera hablaban mi idioma.

La terquedad me llevó por el buen camino.

Vivía en Varsovia todavía, ganaba lo justo para pagar las facturas y seguir adelante, pero guardo imágenes felices de todo aquel proceso. Los viernes por la tarde, después de trabajar, iba al Tesco en coche y llenaba el maletero. Solía comprar masa para pizza, litros de salsa de tomate, mozzarella, jamón y algunas cosas más para el resto de la semana. Después hacía una pizza enorme y la iba comiendo mientras escribía, a lo largo del fin de semana. Han pasado dos años de esa época, pero parece que hayan pasado dos décadas.

No lo he vuelto a hacer, aunque sigo manteniendo el mismo patrón.

Gracias a esos momentos, aprendí a ser humilde, a gestionar mi vida a pasos de gigante, a valorar el esfuerzo sin que alguien me tenga que regalar su condescendencia y a funcionar en segundo plano, entre bastidores, pensando como el lobo mientras camino como la tortuga.

No importa lo que venga porque conozco mis principios -lo que me hace feliz- y sé a qué estoy dispuesto a renunciar por ser fiel a ellos. Y ahí reside el problema de muchas personas: que no son sus principios, sino los de otras personas.

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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

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