Esta entrada de hoy espero que os sirva de ayuda. Aviso: es una entrada larga. No suelo escribir mucho sobre el tema, pero tras las preguntas que me habéis hecho por correo, creo que pueden interesar a los que me leéis directamente por el blog. Por supuesto, que todo es mi opinión y estoy abierto a vuestros comentarios.
La gente me pregunta qué necesita para empezar a escribir y normalmente digo “escribir”. No mucho, la verdad. Todos tuvimos una primera vez, un momento de grandeza. Si me preguntáis cómo vivir de esto, puedo recomendar enlaces de los que sí lo hacen. Yo aún sigo buscando una respuesta. Sólo hablo de lo que sé, y es completar historias (aunque a veces me cueste sudor, lágrimas y algún que otro dolor de cabeza).
Allá vamos:
Para ser un escritor hay que escribir y leer. Esto es fundamental. Lo dicen otros, lo digo yo. Para ser un escritor, simplemente eso. No digo si bueno, malo, o súper ventas. Por supuesto que, si lees obras bien escritas, escribirás mejor cuanto más ejerzas tu músculo. Si lees obras como 50 Sombras de Grey y lo tomas como referencia, no te asustes más tarde. La “licencia de escritor” para que te tomen en serio, se consigue con un contrato editorial con las grandes. Pero aquí no voy a hablar del reconocimiento social y los ídolos de masas.
Recomiendo leer lo que te guste y si no, cambiar. Leer es algo tan privado que no debes preocuparte por ello. Yo no terminé “Lolita” de Nabokov, me aburrí a mitad de libro (críticas abajo). En definitiva, la lectura alimenta tu imaginación, te proporciona ideas que se gestan mientras las imaginas y enriquece tu prosa sin que te des cuenta (además del gozo de leer una historia). La escritura es la práctica, jugar a ser creadores y poner la carne en el asador. Como en todo, hay que escribir y escribir. Cuando escribo una historia, intento que sea ‘la jodida mejor historia que hecho nunca’. Con el tiempo me doy cuenta que no es así, pero en ese momento sí, y de eso se trata.
Constancia. Dedicarle horas como otros le dedican al gimnasio. Juegas al tenis un día, pero eso no te convierte en tenista. La escritura igual. Yo dedico muchas horas, lo reconozco. Entreno como una bestia y procuro no bajar mi marca de 1500 palabras diarias. A veces escribo menos de 1000 y me siento un poco mal. Durante febrero de 2015, escribí 2000 al día. Esto no es nada si lo comparamos con otros escritores, pero en mi caso (como el de muchos y muchas) tengo que compatibilizar mi tiempo con un trabajo. Ahora he vuelto a las 1000. Lo importante es no rendirse.
Para construir constancia, usa la técnica Pomodoro, o lo que decía Palahniuk. Compra un huevo de cocina y póntelo 30-40 minutos. Siéntate frente a la pantalla y escribe. No te levantes hasta que suene. Normalmente, cuando escuchas la alarma, es demasiado tarde para hacer otra cosa que no sea escribir… Todos tenemos 30-40 minutos diarios. Si quieres ser respetado, empieza por ti mismo.
Creérselo. Tienes que creértelo y no avergonzarte de ello si quieres ser profesional. Escribir puede ser una afición, pero eso no te llevará lejos y terminarás dejándolo (¿Recuerdas la última vez que pintaste con rotuladores?). La gente relaciona escribir con pobreza. Así es a corto plazo. Te tiene que dar igual. Aquí falla la confianza en uno mismo. Hemingway era un borracho. La mayoría de los escritores que tuvieron su momento, fueron pobres. Sólo hay que leer ‘Mujeres’ de Bukowski, ‘En el Camino’ de Kerouac, ‘Trópico de Cáncer’ de Miller o ‘París era una fiesta’ de Hemingway. Cuatro obras donde se ve un estilo de vida muy hedonista pero también sufrido (más aún en el sistema que vivimos hoy).
Tú no tienes por qué ser así. Yo lo hice, y di un paso atrás. Tienes que tenerlo claro y compaginar tu literatura con otra fuente de ingresos hasta que veas claridad, o jugar a ser escritor te puede llevar a la ruina (o a no salir de la casa de tus padres nunca). Hazte un plan, síguelo.
Censura a tu ego. Ya eres escritor, trabajas en una novela, quieres decírselo al mundo. Eso está bien, pero hazlo con premeditación. Tu audiencia son cartuchos de pólvora, si los gastas todos al principio, sólo espantarás a los pájaros. No caigas en el error (que yo cometí) de anunciar a bombo y platillo obras, simplemente para ver cómo crece tu cuenta de Twitter o Facebook. Internet es genial y una balsa de mierda al mismo tiempo. Genialidad hay, infinita, pero es más difícil de encontrar. La mierda flota, y mucho. Si escribes un ’tweet’, aporta algo a esta sociedad. Si hablas para no ser recordado, mejor cállate. Durante mucho tiempo me quedé en la primera parte (a veces, cometo el mismo error). Olvídate del ego, de tus fotos, de la REALIDAD que TÚ te has creado. Monta una página de Facebook, una cuenta de Twitter o un blog y úsalo para propagar tu contenido, aportar ideas nuevas al mundo. Sólo así, alguien nos hará caso.
Una de las bases del mundo virtual es crear una audiencia. Busca a la gente que realmente te quiera leer, no a otros escritores que no lo hagan, que sólo busquen promocionarse. Sé humano y léete el artículo sobre “la base de los 1000 seguidores verdaderos”. Aunque es de hace unos años, sigue siendo una buena referencia para conectar con la gente.
Recuerdo, hace mucho, una frase que un amigo me dijo y que lo resume todo.
“Borré mi perfil de Facebook y nadie me dijo nada.”
No fue ninguna genialidad, pero marcó una diferencia. La gente no piensa en lo que TÚ haces porque sólo TÚ piensas en ello.
Finalmente y la parte práctica. Necesitas un plan. Desde cómo estructurar una novela hasta cómo terminarlo todo.
Hay dos caminos (conocidos): el de auto edición y el tradicional. La primera parte del plan sirve para los dos.
Necesitas un ordenador. No importa si es con la manzanita o no. Consigue un ordenador. Si no tienes (que lo dudo, aunque todo puede ser), ahorra algo de dinero, pídeselo a tu familia. Haz lo que sea, pero consigue uno. Desde siempre he tenido claro que para escribir no se necesita un gran equipo, como en la música. Si no tienes dinero o no quieres gastarte demasiado, siempre hay páginas de segunda mano en las que encontrar un portátil. La tecnología avanza muy rápido y el consumismo obliga a terminar con la vida de los aparatos antes de lo que estimamos. Pero que no te engañen. Incluso con un procesador viejo puedes hacer maravillas.
Si no tienes conocimientos, abre tu mente, pregunta a algún amigo/a o busca en internet por Linux.
Software. Hace tiempo sufría Síndrome de Diógenes y no pensaba dos veces en descargar todo tipo de programas ilegales por el simple hecho de tenerlos en mi ordenador. Afortunadamente, mi visión de las cosas cambió. En internet hay recursos para todo y para todas las necesidades y si no quiero (o no puedo) pagar algo, siempre está el trabajo de otra gente que ofrece gratuitamente (y que recomiendo apoyar económicamente si lo usamos). Por eso, me parece un insulto, pero aquí, la decisión es personal. Yo diré qué utilizo (pregunta que me hacéis a menudo).
Durante mucho tiempo usé Scrivener. Es un buen programa para tener la novela por escenas y permite editarlas una a una, además de otras muchas funcionalidades (como escribir fichas, exportar en diferentes formatos, etc…). Es de pago y la licencia vale 45$. Funciona muy bien en Mac OS X pero no sé en Windows.
Sin embargo, desde que he simplificado mi vida, uso Open Office y un cuaderno de notas que venden en Tiger y que imitan a la maravillosa Moleskine. No necesito más, la verdad. A veces utilizo Focus Writer que es un programa para evitar las distracciones y escribir a pantalla completa y OmmWriter que es igual, más bonito, para Mac OS X y diseñado por un estudio barcelonés.
Open Office es de sobra conocido (existe Libre Office que es similar) y proporciona el mismo servicio que el paquete de Microsoft. No sé cuál es mejor, no me importa.
Utilizo el procesador de textos para escribir y las hojas de cálculo para editar las tramas. También uso una plantilla que encontré gratuita para llevar el recuento de mi progreso.
Encontré un ‘añadido’ muy bueno que alguien desarrolló para que el contador de palabra aparezca abajo. Si no, siempre podemos usar la opción Herramientas → Contar palabras.
Para dar el formato al manuscrito, existe una plantilla perfecta que nos lo da ya todo hecho. Me dejé la vista buscando el formato idóneo para enviar manuscritos a las editoriales y creo que este cuadra con los parámetros. Sólo hay que escribir y cuando terminemos nuestra obra, imprimir, enviarla en formato ’.doc’ al editor o simplemente guardarla.
En la hoja de cálculo, divido las cuatro partes de mi historia. Dos buenos modelos para seguir si no tenemos mucha idea de a dónde queremos ir, son los paradigmas de las 6000 palabras de Lester Dent o El Camino del Guerrero de Joseph Campbell.
Primero escribo mi historia en papel, en una página con su principio, su final y lo que ocurre durante la mitad. Un borrador detallado, con nombres, personajes y todo lo que necesitaré, aunque sin mucha profundidad (el resto, está en mi cabeza). Después pienso en cuántas palabras tendrá aproximadamente mi historia y la divido en cuatro partes. Esas cuatro partes las divido en escenas. Y así formo mi hoja de cálculo.
En cada escena escribo lo que ocurrirá.
Pregunta. ¿No le quita esto improvisación a tu historia?
Respuesta. No. Te aseguro que durante el desarrollo, tus personajes se rebelarán contra ti y tomarán otros caminos. Por eso es tan importante tener un mapa, saber a dónde vas antes de que tu coche pinche una rueda y pierdas el norte. Este esquema es un plan, pero a veces, los planes cambian, ¿verdad?
Para tomar una segunda aproximación, dale a cada capítulo la extensión de 1000 o 700 palabras (aunque luego te excedas, o los escribas más cortos, qué importa). Tu cabeza necesita orden y saber qué tiene que preparar. Hemingway también decía que era importante dejar casi terminado el capítulo para cogerlo con más ganas al día siguiente. No es una mala idea, y aquí viene la teoría del ‘Cliffhanger’, la cual recomiendo buscar también. Piensa en un capítulo de ‘Lost’ y qué pasaba SIEMPRE en el final.
Cada persona es diferente. En mi caso, antes de dormirme, cuando estoy en la cama, le hablo a mi mente y le digo que me traiga la idea de la próxima escena. Después cierro los ojos y descanso. Esto funciona para mí.
Así escribo durante mes y medio, mis 1500 palabras diarias. Algunas veces más, otras menos. No se necesita nada especial. Aquí no he hablado de estilo o de prosa, o de recursos literarios. Simplemente, de escribir. Creo que es algo que cada uno de nosotros puede hacer. La diferencia es el hambre personal que ruge ahí dentro, en los corazones. Si tienes una historia que contar y no sabes cómo, aquí tienes un comienzo.
Esto no te asegura que te conviertas en un best-seller. No. Esto te asegura escribir y terminar una historia con presupuesto CERO (pongámosle de 100 a 50 € por un ordenador portátil de segunda mano).
Tras escribirla, te tocará revisar y corregir, pero eso daría para otra entrada.
Este blog nunca ha tenido la intención de ser una plataforma de recursos para otros escritores (o juntaletras, como yo), ni siquiera para otros ‘bloggers’. Desde un principio creé esta web desde cero para dar a conocer lo que estaba haciendo y compartir mis pensamientos, fueseis lo que fuerais.
A nivel personal, esta entrada la escribo con la intención de compartir mi conocimiento. Ya que internet es enorme, para algunos será algo obvio pero para muchos puede que sea un punto de partida. Escribir es una acción, un ejercicio mental y espiritual, y cada uno es libre de tomarlo como desee (faltaría menos). Para mí, debe tomarse bajo el minimalismo puro. Cuanto menos, mejor. Está claro es que no se necesita mucho más que una mente lúcida, intención y un dispositivo en el que plasmar las cavilaciones.
Puedes leer ‘Mientras escribo’ de S. King o ‘El Arte Zen De Escribir’ de Bradbury. Mi consejo: lee uno, y ponte a ello.
O también puedes hacer el curso en el que abarco en profundidad como despegar con tu escritura y vivir de ella.
Conecta conmigo
Si te ha sabido a poco y quieres profundizar más, te animo a que descargues esta guía gratuita donde explico todos mis métodos para escribir y publicar con éxito.