Ardiendo como un fósforo

Photo by Daan Stevens on Unsplash

Vuelvo al escritorio de mi piso de Madrid, donde las teclas suenan con más fuerza, abrazadas por el eco del vacío y la ausencia de ruido.

Miles Davis toca para mí, el perro duerme y la cafetera echa humo.

Cada viaje en carretera es diferente, aunque siempre recorra la misma travesía. A veces, la monotonía ayuda a divagar entre pensamientos, adelantamientos de camiones, subidas costosas y coloridos campos en barbecho.

Regreso a las trincheras del alfabeto físico, de las letras fluorescentes que brillan bajo mi pantalla. Reconozco que he aprendido mucho en estas seis semanas, más de lo que hube imaginado antes de marcharme.

En ocasiones, tienes que regresar a donde estabas para darte cuenta de aquellas cosas que habías pasado por alto. Los últimos retoques del borrador una novela inacabada. La pincelada de la obra de tu vida.

Me traigo un buen puñado de notas mentales y garabateadas en el cuaderno.

Tengo la certeza de que el rock vuelve, aunque los Biters se fueran, y que los pulp también, porque siempre nos quedará Chandler para recomendarnos lo que manda.

Es hora de poner el modo avión por un rato.

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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

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