Balance

Siempre que se acerca la fecha de mi cumpleaños, un sentimiento hierve dentro de mí. Cada vez resulta más complicado experimentar algo nuevo, a pesar de que tenemos toda una vida para enamorarnos de nuestra existencia. Con el paso de los años, me he dado cuenta de lo importante que es tener autocontrol y balance. No estoy de acuerdo con quien dice que lo más importante es dejarse llevar y pensar más tarde. Sólo son palabras conducidas por un acto impulsivo que, a veces, puede terminar en un largo arrepentimiento. Por el contrario, sí que abogo por los desafíos, por los saltos sin paracaídas cuando hablamos de sentir, de la llamada interior que invita a la acción, al cambio. Esa sensación de asfixia que corroe nuestras entrañas diciéndonos que algo no funciona.

Pero todo cambio drástico no es un camino de rosas, sino más bien de espinas. Las adversidades se van presentando, a medida que descubrimos cómo nuestro castillo de arena se desvanece. La verdad es otra. Si quieres algo, tienes que ir a por ello y quemar tus naves. Y nada ni nadie te asegura de que lo vayas a lograr. Supongo que ahí reside la magia.

Buscando la mejor forma de aplacar el cansancio, las subidas y caídas de ánimo, los ganchos emocionales que se cruzan cada día, llegaron a mí las meditaciones de Marco Aurelio como una señal inesperada. Una de esas pequeñas piedras del camino a las que no prestamos atención

“Acuérdate en adelante, cada vez que algo te haga estar triste, de recurrir a esta máxima: que la adversidad no es una desgracia, antes bien, el sufrirla con grandeza de ánimo es una dicha.”

Hace unas horas, me encontraba con un relato que había escrito hacía siete años. Gracias a internet, podemos documentar todo lo que hacemos y volver a ello más tarde. Siete años escribiendo. Siete años con la idea de que algún día lo iba a lograr. ¿Han merecido la pena estos siete años? Ya lo creo que sí. Cada palabra que sale de mis dedos no es más que el reflejo de esos 2.555 días. Tuve la oportunidad de tirar la toalla, de rendirme en 2.555 ocasiones, pero no lo hice.

“Tienes poder sobre tu mente – no sobre  los acontecimientos externos. Date cuenta de esto, y encontrarás la fuerza.”

Con Marco Aurelio he aprendido a ser paciente, optimista y a no dejarme llevar por los momentos de euforia -que desencadenan en grandes tristezas-. Los estoicos entendían que nada era ni tan bueno, ni tan malo, y que lo más importante era ser feliz teniendo el control propio, asumiendo que las adversidades, como la muerte, son parte del proceso y no hay mayor victoria que enfrentarlas con dignidad, sin venirse abajo.

“Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no es la verdad.”

Para mí, esto ha sido crucial durante los últimos años. He tenido que aprender -a bofetones- cómo desarrollar un carácter sólido, capaz de digerir lo que viniese y teniendo una visión clara de lo que deseaba (y de lo que no). Entender que los estándares se tambalean cuando las cosas no salen bien y que ser multitarea (y no me refiero al trabajo sólo, sino a las relaciones personales) no sirve de nada. Aprender que no hay más verdad que la tuya y que, mientras no dañes a nadie, debes llegar a ella, de lo contrario, te arrepentirás toda tu vida.