Città slow

 

Hace unos días, mientras estaba en Asturias, un amigo me contaba que Artá, el pueblo mallorquín en el que vive, tenía el sello de calidad llamado “città slow” o ciudad lenta, que no era otra cosa que apostar por lo real, lo artesano, en lugar de lo procesado y lo tecnológico. Apostar por la vida, tal y como es, no cómo era antes ni cómo lo será.

La conversación fue por otros derroteros, hasta terminar hablando de lo poco que nos impactan las cosas hoy, a diferencia de cuando éramos pequeños. “Se debe a que hemos experimentado más”, argumentaba yo, después de haberlo leído en un reportaje. En realidad, no solo se debe a eso. Hasta el modo de aburrirnos, ha cambiado, tanto, que nos llegamos a sentir mal cuando lo hacemos.

Lo cierto es que la conversación tocó algo en mí, como uno de esos mensajes recordatorio que saltan en el ordenador.

El año pasado, desde la playa de Santa Mónica de Los Ángeles, tomé la decisión de hacer un cambio así porque, después de todo, algunas etapas ya habían llegado a su fin. En los últimos años, había visto más lujo y necesidad que en el resto de la vida ya consumida. La primera vez, impresiona. La segunda, se diluye como una gota de agua en el mar.

No obstante, a pesar de huir de ciertos escenarios, estos meses han sido de todo, menos tranquilos, pero no me quejo, pues estaba señalado, en alguna parte, que debía ocurrir así.

A lo largo de estas semanas, he escrito, he leído, pero también he sentido que me dejaba algo atrás, que me desprendía de ciertas creencias (sin mucho sentido) y que volvía a encontrar mi sitio. ¿Cómo? Sabiendo hacer de tu mundo, un lugar más habitable, para ti y para los demás. No hay más.

Ahora que estamos en pleno verano, en lo más alto, doy un paso atrás y me reafirmo en lo que pensaba cuando estaba en esa playa, a miles de kilómetros de aquí. No escribo por azar, sino por inquietud, por curiosidad. Por eso, publico más libros que fotografías en Instagram.

Para mí, la vida sin misterio, es otra cosa y, por eso, lo mío son las historias, el texto como lienzo, pintar con las palabras, jugar con las imágenes, entretener de forma idílica y contar aquello que solo me atrevo a susurrar. Lo otro, aunque no lo critico, simplemente, no es para mí.

Y esto, que iba a ser breve, es un simple recordatorio de que sigo por aquí, tramando, escribiendo, preparando lo que llegará después del verano, que no será poco.

Recientemente, he aprendido que la numerología dice que debo abrazar el cambio y la aventura. Quien ha crecido en la costa, comprende esto desde pequeño.

Pues, basta con observar el mar, para entender que, cuando bajas la guardia, este puede arrastrarte con todas sus fuerzas.