Como el sol cada mañana

people walking on sidewalk near white concrete building during daytime

Dicen que esta semana nevará en la ciudad. Comienza el año con un frío que me recuerda a los años que pasé en Varsovia, con la diferencia de que aquí sale el sol a diario. Pese a todo, parece que los ánimos han mejorado, que la gente recibe el nuevo año con optimismo, aunque no haya habido ningún cambio notable. Estamos arraigados a los rituales, a los puntos de inflexión que marca el calendario y a creer que lo mejor está por llegar. Yo también lo pienso.

El cierre de diciembre fue atípico, aunque no por ello desagradable. Por causas ajenas, pasé las Navidades en Madrid, con buena cara y disfrutando de la capital por primera vez. He tenido tiempo para dar largos paseos por rincones de la ciudad que no había explorado en profundidad, para comer callos, cocido, leer libros, escuchar discos, cantar viejas canciones bajo el embrujo de las burbujas y del destilado escocés, y matar las tardes frías rodeado de botellas de vino, embutidos regionales y cuadros de la Transición. Supongo que ya habrá de tiempo de regresar para ver el mar. Tengo un cuaderno lleno de planes por lograr y un montón de historias por escribir. Enero supone un reinicio.

Dicen que como empiezas, así acabas. Desconozco si la frase es del todo cierta, pero me gusta arrancar de la mejor forma posible, antes de ser arrastrado por la marea de la cotidianidad y por los kilos de más de estas fechas. Enero, a pesar de su cuesta, de las facturas, de la escasa luz del día, del adiós a las luces de Navidad y de ese cansancio que nos arrastra hasta el mes siguiente, no tiene por qué ser un mes negativo. Como el sol cada mañana, mejor abrirse hueco entre las nubes hasta que lleguen los días despejados.