Dar por sentado

 

Los coches pasaban por debajo de mis pies atravesando la M30. Desde aquel puente, observé los faros rojos durante varios segundos y me percaté de que habían echado sal sobre la acera.

Era la primera vez que estaba allí.

De hecho, ni siquiera sabía en qué parte de Madrid me encontraba, pero la mente me trasladó a otro lugar, a otro momento.

No fue un pasaje agradable, aunque desteñía nostalgia.

De pronto, me vi en una parada de autobús con las manos congeladas, vestido con el mismo abrigo y unos zapatos similares. Me vi lejos, ya no sólo del lugar, sino de casa. Estaba a las afueras de Varsovia. Tan lejos que ni siquiera había tiendas a mi alrededor. Unos años más joven, con menos canas pero con un mismo ideal.

Recuerdo que siempre era viernes y esperaba el bus que me llevaba de vuelta a casa. Era el segundo que tomaba, el último antes de ver de nuevo mi edificio, sentir la calidez del hogar y notar cómo los cristales de las gafas se empañaban. El momento perfecto que dictaba que todo había terminado ese día. Un trayecto que hice demasiado tiempo.

Por entonces, la escritura no era más que un sueño sin materializar. Horas y horas leyendo a otros, entendiendo sus historias. Las de ficción y las reales.
Novelas, manuales y todo lo que pasara por ese viejo Kindle de color negro que siempre portaba en el bolsillo del abrigo. Cualquier momento era bueno para leer y acercarme más a la respuesta que me sacaría de allí. Cualquier momento era bueno para escribir, aunque fuera en la barra del Starbucks al que iban todos los hombres de traje y corbata de las multinacionales a pedir su Latte.
Porque aquella no era vida, al menos, no la que yo quería tener.

Y no es que tardara tiempo en darme cuenta de ello, sino todo lo contrario. Estaba allí por decisión propia y cambiar mi situación era mi única responsabilidad. Siempre había sido así. La rutina del agotamiento se hace menos dolorosa cuando uno se acostumbra a ella. Pero es importante ser conscientes de que debe ser un periodo transitorio para saltar a la charca donde nadar a gusto.

Photo by Hernan Sanchez on Unsplash

 

Además de cansancio, dolores de cabeza y ansiedad, también aprendí mucho de aquellos días. Aprendí a ser paciente, a entender que los cambios llevan tiempo y que hay que estar preparado cuando llega la oportunidad. Entendí que no quería vivir así, perteneciendo al horario marcado por otra persona, haciendo algo únicamente por dinero -y sin vocación alguna-.

También comprendí que, a pesar de la frustración, si no tomaba acción diaria por cambiar mi situación, por muy pequeña que fuera ésta, acabaría marchitándome. Lamentarse no sirve de nada.

Descubrí lo que era trabajar para otra gente, para los clientes y observé cómo muchos de estos se transforman en auténticas bestias el momento que pagan por algo, como si se olvidaran de que trataban con humanos.

Pero, sobre todo, aprendí a ser agradecido por todo, sin dar nada por sentado y a tomar distancia de lo que antes era personal. Desde el desayuno de la mañana hasta el sol que veía una vez a la semana, con suerte. No necesité libros motivadores para entender que, pese a todo, seguía vivo y con salud y que el cansancio se recuperaba con horas de sueño.

Dar las gracias y una sonrisa a la chica del Coffee Heaven que pronunciaba mal mi nombre a las siete de la mañana y me servía el mismo café humeante, porque ella quería hacer películas y yo ser escritor.

Regresé al puente, a Madrid. Mi vida ahora era diferente.

Llevaba conmigo uno de mis libros en el bolsillo del abrigo. Siete años después me dirigía a una reunión con el CEO de la empresa con el que me entrevisté una vez y que jamás me contrató. Porque no tenía que hacerlo, pero sus palabras, siete años antes, en la misma ciudad, cambiaron mi rumbo para siempre. Tan sólo iba a darle las gracias.

Conecta conmigo

Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

Si te interesa la escritura, descubre el curso de escritura que ofrezco para escribir, publicar tu libro en Amazon y lograr tus primeras ventas.

Si te ha gustado, ¿podrías darme unos aplausos para llegar a más gente?

También puedes seguirme en Instagram: @elescritorfantasma

Facebook: /elescritorfant