Dulce Navidad

Tio Pepe signage at night

Ya han colocado las luces de Navidad en Madrid, al menos, en gran parte. En el barrio siguen alumbrando las farolas, pese a que estemos a dos calles del Palacio Real. Días nubosos de correos amables, atardeceres rojizos (las vistas desde el Debod siguen siendo un espectáculo cuando cae la noche) y ese aroma navideño que poco a poco se contagia. En cuestión de días, todo tendrá un color rojiblanco, habrá ofertas por todas partes y llegará la morriña de volver a casa, aunque sea por unos días.

Ayer estuve hablado con mi amigo y compañero de batallas literarias Cristian Perfumo (si no has leído Rescate Gris, no sé a qué esperas). Cada equis tiempo, cuando la vida nos deja, charlamos un rato y arreglamos el mundo lo poco que podemos. Este jueves hay un gran evento en Madrid y espero conocer a otros autores que están pegando fuerte en la red. Reconozco que soy un torpe creando lazos de unión en las redes, más que nada, porque me falta consistencia. Todo es más fácil con un café delante, pero no siempre se puede.

Tercer día desconectado de las redes. Siento que me estoy perdiendo algo, pero me convenzo de que no es así (y si me equivoco, escribidme un email). ¿Qué carajo puede suceder en tres días? Nada. Las noticias siguen igual que ayer. Escribo, leo hasta quedarme dormido y organizo los informes en un Excel. Estoy contento, la verdad. Sobre todo cuando llegan correos pidiendo más sobre Caballero. No soy de dar números (nadie quiere darlos), aunque esta ocasión lo merece (tampoco me importa mucho).

Caballero y sus aventuras han cruzado la línea de los 33.000 ejemplares despachados (no llega a los treinta y cuatro mil), sin contar Kindle Unlimited y las descargas de la lista de correo. Por supuesto, no soy el que más vende, ni de lejos (Gómez-Jurado vendió 250.000 ejemplares de Reina Roja), y tampoco en el mundo independiente, pero no está mal para alguien que comenzó hace relativamente poco de manera seria (finales de 2016), sin ayuda, sin un nombre conocido, sin seguidores pero con un portátil viejo, muchas ganas por aprender y unos euros en el bolsillo desde un viejo apartamento en Varsovia. Los lectores han sido la clave del éxito. Así que, si has colaborado leyendo alguno de mis libros, quiero darte las gracias de corazón.

Este es el portátil con el que empecé a escribir. Se puede comprobar en la parte del ratón táctil que la batería empezaba a hincharse. Por suerte, aún sigue vivo y dando guerra. En 2020 quiero seguir sumando, seguir divirtiéndome como he hecho hasta ahora para que mis historias lleguen más y más lejos. Finalmente, concluyo con una foto que he rescatado de mi primer viaje a Lisboa (también ha llovido un poco desde entonces). Gracias a aquel viaje, escribí más tarde Medianoche en Lisboa. 

Sigamos.