Esclavitud

Tu tiempo es tu libertad. Leo esta frase en una imagen de Instagram y me planteo cuánto de impacto tendrá en mí.

En efecto, el tiempo es nuestra libertad, lo único que nos queda y lo único que no se puede comprar ni devolver.

Hay días en los que me duele acostarme con la sensación de no haber exprimido los minutos lo suficiente, de no haber disfrutado como había planeado la noche anterior.

Luchar por algo requiere sacrificar pasatiempos, placeres, relaciones y desanso.

Hay otros días en los que me arrepiento de haber tirado horas y horas por la letrina cuando tenía todo el tiempo del mundo.

De jóvenes todavía no somos conscientes de lo rápido que pasarán los años.

Pero he decidido parar con todo, con esto, con los lamentos, porque son otra pérdida de tiempo; e intentar gozar del día como pueda, a pesar de los imprevistos y de los reveses del día a día.

Cada mañana es una oportunidad de hacerlo mejor, de hacer lo correcto, o aquello que nosotros consideramos apropiado.

Lo curioso de todo es que, aunque nuestro tiempo sea nuestra libertad, nosotros nunca llegaremos a ser libres del todo con él.

Supongo que el secreto reside en, cada día, preocuparnos un poco menos del tiempo y más de nosotros. En ser un poquito más libres, a sabiendas que siempre habrá algo, o alguien, que nos lo impida.