Escribir es compartir

El otoño es una realidad, como también lo es el fin de un año arrollador y que el termómetro esté bajo cero. La cuenta atrás comienza para mucha gente -entre la que me incluyo-, pues diciembre siempre ha servido de pausa para reflexionar y adelantarse al futuro -aunque el intento sea en vano-.
Con los pies fríos cuesta pensar con claridad. La noche madrileña se llena de luz y color, de sombras y brillos, de sonrisas y lágrimas y de almas que aún tienen ganas de quemar la madrugada. Deambulo por los barrios de una ciudad por la que ya no me pierdo, pero que aún se deja descubrir. Momentos en lugares cálidos con manteles de tela y platos de queso curado. La edad ya no perdona para según qué cosas, pero sigo haciendo el ejercicio de perdonarme cuando el desgaste llama a la puerta. Es necesario no fustigarnos más de la cuenta.
Pienso en estos últimos meses, que se han hecho más largos que un mundial de fútbol, y pongo atención a lo que tengo delante. Será un año de libros, de muchas entregas, cortas y largas; de páginas y trabajo sobre la mesa. Lo presiento y así será. Últimamente me siento feliz con muy poco pero, a veces, se me olvida. Hace unos días me preguntaban que por qué lo hacía, después de tantos libros. Y yo respondía que por la misma razón que había comenzado a escribir. Con cada trabajo, se me olvida quién soy -o quién fui, en todo caso- y me siento frágil, dando mi mejor historia en ese momento a quien me da la mano y me lee. Supongo que ese vínculo significa todo. La manera de dar y de compartir. Lo demás, es complementario.

La próxima entrega de Maldonado, Un Crimen Brillante, sale a la venta el 7 de diciembre. Puedes reservarla ya aquí.