Grises como cenizas

cars on road during night time

Estos días me cobijo en Davis más que nunca. De repente, tengo demasiadas distracciones a mi alrededor como para concentrarme en algo serio. El calor amodorra las tardes y calienta tanto las aceras que ni el perro quiere salir a pasear. Por las noches, cuando escapo de la rutina, me acompaño de algún ángel dorado de pecas y piel morena y pido un whisky con hielo en una terraza de Las Vistillas, del Madrid castizo, rodeado de gente guapa y joven que sonríe y brinda, a pesar de que las cucharas salgan de las profundidades a causa del calor. Todo parece perfecto hasta que vuelve a amanecer. Todo parece una foto de esas que se publican en Instagram, un momento difuso y fugaz del que me niego a formar parte.

Doblan las campanas, todavía no es mi hora, aunque el momento está a punto de llegar. Lo que antes me producía curiosidad, ahora me aburre, y eso hace la situación aún más divertida. Con el tiempo, me he dado cuenta de que la clave de todo está en la narrativa, en tener un relato que contar en las diferentes áreas de nuestras vidas y no sólo en trescientas páginas de papel. Es incompatible actuar como alguien único y desear ser una persona normal de lunes a domingo. A veces, el talento no es suficiente. Quien no es capaz de despertar el interés de otras personas, su carrera está abocada a la defunción. Y ya sea en el amor, en las artes o en el día a día, eso es lo que nos aterra a la mayoría.
Por esa razón y muchas otras, hay que mantener esa llama viva, para evitar la condena de convertirnos en seres grises y predecibles, como un montón de brasas que ardieron y ahora no son más que ceniza.