Hazlo por ti, porque sí

grey and brown concrete buildings during daytime

Busco el sol en una mañana gélida como la de hoy. Persigo aquello de lo que huía meses antes. Recorro el Templo de Debod y parte de Argüelles mientras escucho un programa de radio sobre escritores pulp. Fin de semana tranquilo, de lecturas, de retoques finales, de escribir un poco a mano y también sobre el teclado. Rara vez me resisto a según qué pecados, pero ayer tuve que decir no a esa cerveza a la hora de la cena, fuera de casa, entre ruido, zinc y embutido ibérico. Me gusta escribir historias y conozco cuál sería el final de esa. Una cerveza con el destino marcado en el fondo de la botella. Una cerveza que se habría transformado en un vaso ancho, con hielo y destilado de Tennessee.

El café se ha vuelto en una necesidad cada mañana. Repaso las notas que tomé hace unos meses en el cuaderno y tacho proyectos terminados o caídos, también nombres de personas a las que ya no quiero conocer y títulos de libros que he terminado. Comienzo una lista, una nueva.

Hace unos días, me subí a un taxi. Era de noche y había poco tráfico. Madrid tenía el color de las farolas, los luminosos de los establecimientos y el resplandor de la luna. Sonaba una canción antigua que me llevó a mis años de universidad. La conversación giró y hablamos de esos grupos que, por entonces, triunfaban, y el conductor se preguntó qué habría sido de ellos. Probablemente, seguirían, de un modo u otro, aunque la industria les hubiese dado de lado. O no. Ninguno de los dos lo sabíamos, aunque él ya había dictado su veredicto colocándolos en el fracaso.

Cuando llegué a mi destino, me despedí y me pregunté lo mismo, pero pensando en actores, en escritores y en esos éxitos livianos que no duran más de un mes, o de un año. Lo importante no es llegar, sino permanecer. Siempre he sido muy individualista y poco zalamero, por lo que nunca he sentido un fuerte interés en caerle bien a otra persona. Eso no te asegura nada. Hace años que me resbala bastante lo que piense de mí la gente, tanto para bien como para mal. Supongo que estar a la sombra durante un tiempo prolongado, te ayuda a contemplar los efectos de los rayos. Caminas más ligero y a diario te centras en lo que realmente importa. Tu vida, tu familia y tus amigos, dándole el significado que cada cual considere a cada cosa. Llegado a un punto, sólo me preocupa lo que opino yo (que puede ser nocivo, a veces) y lo que tienen que decir mis lectores (que suele ser lo más valioso y constructivo para seguir avanzando).

Después pensé en mí, en el otro lado, en lo que no se ve, ni se escucha, pero que está ahí, constantemente. Sonreí como un bobo, sabiendo que hacía lo correcto, consciente de que a los treinta no tenía por qué madrugar nunca más, si no fuera por iniciativa propia o por el Border Collie que me acompaña y que me recibe cuando llego a casa. Palos con gusto no duelen. Pero ni que fuera un sacrificio. Que mis únicas preocupaciones sean esa y la de escribir, ya me dice bastante.

El otro día leía una de esas citas de Instagram, que tanto gustan a la gente, que decía que el éxito es hacer lo que te gusta cada día y encima vivir de ello. Pues éxito, no lo sé, porque es una palabra tan manoseada que, para mí, ha perdido el sentido. Pero tranquilidad, un buen rato.

Hay que vivir en calma, dejando la vanidad a un lado y esa búsqueda de aprobación ajena, que no sirve de nada, y trabajar un poco más por tumbar lo que (algunos llaman defectos) se resiste, aquello en lo que no creemos del todo. Vive y dejar vivir a los demás, pero quédate con quien te llama por teléfono, quien escribe de cuando en cuando preguntando si todo va bien, quien se alegra por verte feliz. Pero no hay que olvidar que a la única persona a quien le debes algo es a ti. Porque si no lo haces tú (eso que sea que quieres), por mucho que otros lo deseen, nadie lo hará.