Historias y cócteles

Cócteles Letreros De Neón

En una coctelería de Malasaña, me dijeron que el Elder Negroni no llevaba ginebra, así que me tomé dos mientras escuchaba a Chuck Berry de fondo. Pero allí no estaba Nadine. Le conté a mi acompañante que siempre me he considerado un escritor pulp por encima de cualquier otra cosa. Quizá porque parte de mi escritura se debe a esa actitud de que te importe un carajo todo en la vida. Hace una semana, comentaba con un compañero de oficio que somos unos privilegiados. Y así es. Cada uno en su línea de batalla, pero privilegiados de no tener que rendir cuentas a un jefe, ni a un cliente que se hace el sueco a la hora de pagar. La naturaleza propia nos lleva a luchar contra lo que nos molesta. Miro atrás y no me arrepiento de nada y, quizá, eso es lo que me ayuda a levantarme cada mañana para escribir. Este oficio es duro, pero a mí me llena y no conozco otro.
Es importante conocerte y saber cuánta presión eres capaz de aguantar a diario. Y es importante reconocer que, quizá, tu vida va por otro camino, con más ocio y tiempo libre. El día a día está lleno de factores que intentan hacerte la vida más complicada: el Gobierno, la familia, las amistades, las opiniones ajenas, la economía, las relaciones, el jefe, el coche que se cruza en una rotonda, las redes sociales, tu cuenta bancaria, tus éxitos, tus fracasos, tus frustraciones… Si además de esto, te impones la escritura, tu existencia se convierte en un infierno.
Hay quien se ruboriza cuando corto en seco el drama que me cuenta. Una vez está bien. Dos, son más que suficientes. La mayoría de conversaciones son monólogos volcando excusas que no llevan a ninguna parte.
Sé que no es sencillo. Este es un largo y solitario camino (todos lo son). Siempre hay una distracción, una razón para posponer tus letras. Siempre vuelves a ellas cuando todos se van y la fiesta ha terminado.
A diario aprecio y sé que gozo de una vida cómoda. Mi esfuerzo me ha costado pero, igual que viene, se va. Toco madera cada mañana y por eso intento practicar un estilo de vida saludable, aunque no siempre lo consigo. No me fustigo. Lo vuelvo a intentar y continúo. Sé que, tarde o temprano, el tren descarrilará de nuevo. Para entonces, espero haberme dejado los deberes hechos. Con el tiempo, he dejado de sorprenderme ante la reacción ajena cuando me preguntan por lo que hago y por cómo vivo. Es difícil domesticar a un zorro. Y lo mismo pasa con las opiniones sobre mí, mi trabajo o lo que sea… He entendido que no es un estilo de vida fácil y que puede doler, como tantos otros, pero también he asumido que te tienen resbalar muchas cosas antes de llegar aquí o, de lo contrario, pasarás más tiempo buscando culpables.