Hora de tirar del cable

brown suitcase beside open book
Me dije a mí mismo que en 2020 no valdrían las excusas, así que he suspendido las cuentas de Twitter y de Instagram hasta nuevo aviso, si es que lo hay. Y no, no me he sentido ofendido por nada, ni por nadie. De hecho, me he sorprendido encontrándome a mí mismo, en varias ocasiones, buceando en entretenimiento y discusiones sin trascendencia. Ruido, al fin y al cabo. Durante muchos años, he estado convencido de que la presencia en las redes era obligatoria para poder vivir de la escritura, al menos, en el modo en el que lo hacía. Hoy reconozco que estaba equivocado. Quien escribe, necesita lectores, no seguidores, y un medio para ser accesible a la persona que tiene cuestiones, pero eso es todo.
Hace unos días, un artículo sobre la relación entre seguidores y editoriales incendiaba la red. Todos tenemos derecho a equivocarnos, sobre todo, cuando existe una falta de formación y un exceso de ignorancia. Yo he errado muchas veces. Cada cual intenta hacerlo lo mejor posible para su beneficio, pero cuanto antes comencemos a llamar las cosas por su nombre y a contemplar ciertos ítems de manera objetiva, todo irá mejor.
Me adentro en una fase experimental, de horas productivas y un montón de proyectos que necesitan la atención que no les estaba dando. Ah, y también a la vida, que es corta y hay que exprimirla.
Para lo demás, ya sabéis dónde encontrarme.