Ideales imposibles

 

Se nos pasó el amor, decía mientras embebía el cruasán en la taza de café Nespresso que acaba de preparar.

Sentado sobre las sábanas grises de su cama, veía por el cristal del balcón el cielo azul silencioso de la ciudad y las torres de apartamentos.

No entendí muy bien a lo que se refirió, así que preferí guardar silencio y sonreír como un tonto que no ha entendido el chiste.

No le faltaba razón.

Buscando a la persona ideal, siempre terminaba tropezando con la piedra de la imperfección.

Caí en la cuenta de que me había pasado la vida persiguiendo a mi propia sombra.

Terminamos el desayuno que un repartidor de Deliveroo nos había traído a aquel apartamento desangelado, nos besamos por última vez e hicimos el amor en un arrebato de pasión con Josh Rouse cantando Simple Pleasure de fondo. Después, en silencio, me vestí y me despedí.

En la puerta, ella me dijo en el marco de la puerta cuando esperaba al ascensor:
— ¿Nos volveremos a ver?
Y yo sonreí de nuevo.
— Por supuesto — le dije sin terminar la frase.
Claro que nos volveríamos a ver, con otro rostro, en otro lugar, en otra vida. Nos volveríamos a ver mientras siguiéramos persiguiendo ideales imposibles.

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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

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