Impresiones

Hay quien piensa que ya no queda nada, que nos hemos desnudado por completo ante el resto a causa de las redes sociales. No obstante, no estoy de acuerdo con esto.

Aunque es cierto que hay personas -y muchas- que publican lo que hacen a diario, existen otras muchas que sólo utilizan las redes como vallas publicitarias -seamos conscientes o no-.

En nuestra afán por idealizar algo (o a alguien) y clasificar en una categoría para poder juzgar, cuando conocemos a alguien, no tardamos demasiado en teclear su nombre en un buscador.

Y casi siempre hay un resultado.

Mientras husmeamos por perfiles ajenos, creemos que nadie está haciendo lo mismo con el nuestro. Esa idea, simplemente, nos aterra.

Existen varias razones por las que sigo pensando que hay magia detrás de las personas, a pesar de vivir en una época de exposición y falta de atención.

Llevamos en nuestros principios mostrar nuestra mejor cara cuando tenemos una cita importante, una fiesta o una reunión.

Las impresiones siempre cuentan y en internet no iba a ser diferente.

Ser conscientes de que, detrás de cada acto, siempre hay una intención, sea ésta buena o mala.

Cuando analizo el porqué de aquella ilusión óptica, hallo pronto su causa [José Ortega y Gasset: Ideas y creencias]

Que alguien muestre lo que hace en su día a día, no significa que lo haga, sino que nos pretende hacer creer que lo está haciendo.

He visto a personas con equipación deportiva fingiendo que corrían para tomarse una foto.

No lo juzgo. Había una propósito.

Poner en duda lo que vemos a través de una pantalla es lo primero que debemos realizar para tomar distancia.

Casi siempre nos fijamos en el qué, en lugar del porqué.

Como un espectro de color, prestamos atención a la idea platónica que sintoniza con nosotros y perdemos interés cuando carece de ésta.

Sin embargo, el castillo de naipes se desploma cuando escuchamos que esas vidas tan deseadas pueden llegar a ser tan monótonas como las nuestras.

Por eso, es mejor no conocerlas.

El mundo tampoco se irá al garete por esto.

El sexo, el lujo y la belleza siempre han sido atractivo de marcas, durante décadas. Hoy, además de las campañas publicitarias, hay quien se entrega en reproducir estos patrones aprendidos con los años a base de televisión, sin que sepamos muy bien cuánto tienen de verdad. Y hasta logran vivir de ellos.

Pero siempre existirá algo que no podamos ver, siempre. Y ahí es donde reside la mágia de las personas, en su mundanidad, en ese día a día privado, de café y tostada, de ruido de bares, de estaciones de autobuses, de viajes en coches usados y de besos a escondidas.

Nuestros deseos son los mismos que los de hace quinientos años y puesto que somos parte de este todo que siempre está en constante cambio, la magia por conocer al otro, a quienes somos, nunca cesará de existir, puesto que siempre habrá algo nuevo por descubrir.

Empecemos por descubrirnos a nosotros mismos.