Integridad

Hace un año que puse un pie en Madrid y aquí sigo. Lo bonito de tener un blog es que puedo echar la vista atrás, leer lo que escribí en su momento y hacer balance. Parece una frase más, si no fuera porque sé lo mucho que significa para mí, haciendo lo que hago, viniendo de donde vengo y dedicándome a lo que me dedico. Una cosa es escribir y dedicarte a la escritura, y otra, muy distinta, ser un lobo solitario viviendo de la escritura en tiempos extraños. Hay cientos de lobos ahí fuera, por eso no me siento especial ni por asomo. Simplemente, soy consciente de lo que he aprendido a ser con los años.

Han cambiado las cosas, a mejor, pero aún queda mucho trabajo por hacer. Doce meses de ilusiones, de alguna que otra bofetada, de mucho trabajo y de seguir aguantando sobre la lona. El drama, a estas alturas, si es que lo hubo, está más que superado.

La ciudad sigue estando presente, con sus rincones por descubrir y esa magia que la hace única, pero ya no la veo del mismo modo. Puede que le haya perdido el respeto, como a muchas otras cosas que, con el tiempo, se transforman ante mis ojos.

Me he quitado algunas preocupaciones básicas y las he reemplazado por otras. El deseo de ir más allá, siempre, a pesar de que todo parezca estar bien, me mantiene en un estado de alerta permanente.

Estar aquí -que es donde quería- me ha ayudado a desmitificar ciertos elementos y situaciones que había idealizado. Honestamente, me he dado cuenta de que, en ciertos círculos, hay menos rocanrol del que pensaba, pero no me entristece. Al contrario. La autenticidad eliminará las poses y el exceso de información, una red que nunca olvida y la incongruencia, dejarán de lado todo aquello que resultó ser tendencioso. Las personas buscamos integridad y vivimos en un momento en el que no hay derecho al olvido.

Puede que mis expectativas, a causa de lo que se ve, fueran más altas de lo que en realidad es la vida.

El último cuarto del año está aquí, suponiendo que eso significa algo. Ahora los frentes en los que combatir son otros, más ambiciosos, en los que, tarde o temprano, venceré. Pero eso significa arriesgar, dar pasos hacia delante, renunciar a algunas premisas y decir adiós a quien ya no aporta nada en tu camino. A estas alturas no voy a mentir. Siendo un alma de jugador, no me gusta perder, aunque más de una vez haya aceptado la derrota.

Son dos cosas distintas.

Ganar es bueno, pero perder te ayuda crecer. Lo importante es no dejar de aprender en todo momento.