La importancia de los básicos

Vuelta a lo básico, a la pantalla de diez pulgadas y al teclado que no ocupa más espacio que mis dos manos juntas. Café recién hecho sobre la mesa. Es el tercero del día, pero parece que hoy la cafeína no hace efecto. Leo, por enésima vez, ‘El juego del escondite’ de Patricia Highsmith y aprovecho para fijarme en aquello que pasó desapercibido la última vez. La imagino escribiendo a máquina, golpeando con fuerza cada letra. Intento colarme en su mente, pero para eso ya está su otro libro, el de ‘Suspense’, el manual infravalorado (u olvidado) que supera, en mi opinión, con creces al de Stephen King.
El polvo se acumula en la mesa, así como las horas que llevo sin escribir una maldita palabra. Pero hoy terminará esa racha, la mala, porque la buena sólo acaba de empezar. De vez en cuando es importante regresar a los inicios, a los básicos, a recordar los días en los que la fuerza no se iba por la boca.
Pienso en el pasado, en los logros e intento buscar la imagen que me devuelva ese momento de excelencia infinita. Después me pregunto si de verdad existió tal cosa, si no me sentía como hoy.
No importa. Lo hice, lo vuelvo y lo volveré a hacer. Es mi naturaleza.
La mayoría de gente se relaja cuando todo marcha como esperaba, cuando la bonanza llega a sus vidas. Se aburguesa poniendo la atención en otras cosas livianas, mundanas, banales, y se vuelven débiles, frágiles y superables. Entonces, ¿cuándo se descansa? ¿Realmente existe esa pregunta? Demasiadas fotos de yates en Ibiza, de piñas coladas en Mikonos. ¿Acaso el perro que duerme a mi lado descansa? Siempre en guardia, aunque suspire con los ojos cerrados. Siempre atento al menor ruido, dispuesto a defender lo que es suyo. Y no somos tan diferentes, aunque hayamos inventado un sofá y una manta para protegernos en invierno. Hay que moverse más rápido, no somos árboles.
Como decía uno de los hermanos McDonald’s, la velocidad es el juego.
Siento la cafeína recorrer los dedos, el tic en el párpado izquierdo y el picor en la barba.
Cientos de metáforas, de símiles, de frases hechas se cruzan en mi cabeza. Me quedo con una: ataca mientras puedas, pero ataca el doble cuando puedas.
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