La marca personal en los tiempos que escribimos

 

Ayer escribí a una amiga para saber cómo se encontraba, cómo estaba viviendo todo esto. Nos conocemos desde hace muchos años y estuvimos a punto de encontrarnos hace poco, si no nos hubieran obligado a encerrarnos en casa. Me dijo que estaba bien, aunque un poco harta del delirio de algunos, aireando ahora su vida mundana (como la de todos) en las redes. Al parecer, se había dado cuenta de que, encerrados, la mayoría somos iguales. Le comenté que había tomado distancia del asunto, tan pronto como vi las emociones a flor de piel. Tenía miedo, como todos, pero tanto tiempo en casa le había abierto una ventana a la bulimia informativa. Por mi parte, me excusé en que no empleaba tiempo en perseguir vidas ajenas, ya que tenía bastante con lo mío, que era enfrentarme al bloqueo creativo y evitar el contagio y disfrutar de mi existencia, aceptando que podía fracasar en las tres. 

Nos despedimos, preparé la cena y revisé algunos correos en la tableta. Últimamente me escriben muchas personas, lectores que llegan por primera vez o que han terminado alguno de mis libros durante estos días. Me alegra ver que la mayoría de gente tiene el concepto sobre mí que he querido transmitir siempre: lo que ves y lo que lees, es lo que soy.

Siempre he procurado luchar por unos ideales y por un estilo de vida particular. Si a mí no me interesa cambiar de parecer, no comprendo por qué hay quién cree que va a conseguir que lo haga.

Sé que puedo no caer bien a muchos, pero las personas buscamos afinidades y la vida es demasiado corta para luchar por una causa perdida.

Dicho esto, existe un concepto del que nadie quiere hablar con profundidad pero en que los próximos años será crucial: la marca personal. Cuando te expones, te guste o no, tienes una. 

Siempre la has tenido.

La marca es lo que dicen de ti en el instituto, o lo que trabajas para que digan de ti. Si echamos un vistazo atrás en el tiempo, nos haremos una idea de la imagen que proyectábamos. Encontrar el porqué no es tan difícil.

Hoy la marca es líquida, manipulable y, en la mayoría de casos, ficticia pero, como humanos que somos, en el largo plazo, terminamos errando por alguna parte. Las redes sociales son un arma de doble filo, una memoria colectiva que no olvida y un foco de problemas si nos dejamos llevar por la emoción del momento. Cuando alguien publica un mensaje provocador y lo borra más tarde, entre medias, otra persona guardó una captura. 

En ocasiones, es difícil no callarse y responder a ciertas discusiones ajenas a ti (que no son más que opiniones con las que no comulgas), pero más jodido es cerrar la boca y dejar que corra el aire. Nadie toma en serio a los bocazas.

Hace unos años, antes de abrir mi lista de correo, me leí más de una decena de libros sobre marketing, publicidad y demás cosas en los que encontré cosas útiles, humo y sentido común.

Abrumado con tanta información, me pregunté cómo podía simplificar el proceso y ofrecer una imagen acorde a lo que yo era. 

Sé quien eres y no te avergüences de ello.

¿Y si pecas de gilipollas? 

No importa. Sigue siendo quien eres, pero siembra si puedes.

 

Una vez, alguien me dijo: “Si quieres diez mil seguidores, yo puedo ayudarte, pero habría que venderlo de otra manera.”

Le dije que gracias, pero no.

Lo de jugar a ser Kanye West no iba conmigo, así que podía quedarse con los diez mil y con el Lamborghini que quería usar para las fotos, que ya los encontraría yo a mi manera.

Los Lambos siempre me han parecido una horterada y los diez mil llevaron algo de tiempo encontrarlos, pero fueron más fieles.

 

 

 

 

Fingir es la vía rápida al fracaso, la única forma de demostrar que careces de autenticidad y que sólo buscas un poco de atención.

Quien intenta subirse al carro de la tendencia, llega tarde y es referente de nada.

Busca la parte buena de tu vida y compártela en ligeras dosis. Seguro que existe algo. El drama vende pero, a la larga, nos quedamos con quien nos hace reír.

Hay una regla de oro que no se toma en serio: nadie te pide que hagas lo mismo que el resto. El poder de decisión es personal. 

No me importa la autoestima que tengas. Ya puede estar por los suelos, que seguro que hay algo que haces bien.

Así que anota en un papel las tres cosas que te caracterizan.

Si te leen, es porque les gusta lo que escribes. Si compartes un pedazo de ti, lo agradecen porque tienen curiosidad en saber quién hay detrás. Pero tampoco te tomes demasiado en serio.

Sé consecuente, tampoco es tan complicado.

Dicho esto, hay otra cosa que, en ocasiones, está poco presente: aquí nadie debe nada a nadie. Ni a ti, ni a mí tampoco.

Especiales y únicos somos todos, iguales en el respeto y diferentes en la forma de ser.

En mi caso, tengo dos reglas: la primera, tratar con educación y respeto, ante todo, a quien ofrece su atención, ya sea leyéndote o mostrando interés en tu trabajo.

Es lo menos que puedes hacer a cambio (aún más si ha pagado). Y si no le gusta lo que haces, mejor no tomarlo como algo personal. Lo mismo te puede ocurrir a ti con otra persona.

Si te piden consejo o recomendación, responde. Si no, ni te molestes.

Si alguien se excede, díselo con educación. No se trata de un combate dialéctico, sino de entender que TODO lo que haces o dices en público, cala en tu marca personal.

La segunda regla es NUNCA decir o comentar algo que no diría delante de esa persona, en la calle.

Criticar a desconocidos en las redes es muy fácil porque no te pueden partir la cara (ni tú se la puedes partir a nadie).

Finalmente, deja tu ego en la fiambrera antes de entrar en Internet.

El respeto se gana ESCRIBIENDO una buena historia, no hablando.

Al igual que los problemas se quedan fuera del cuadrilátero antes de un combate, tú deberías hacer lo mismo. Sí, hay quien se permite decir y hacer lo que quiere pero, si estás leyendo esto es porque, probablemente, estás todavía construyendo tu marca personal y no sabes muy bien cómo hacerlo. 

Ahórrate problemas. Sé coherente y mira por ti y por quien te sigue. Céntrate en esto y cuídalos como a una familia porque son tu comunidad. El resto es ruido.

No busques aprobación, ni resolver tus traumas infantiles.

No te conviertas en una jodida marca blanca. 

Porque me temo que en los próximos años veremos muchas.