La vida del navegante

Photo by Austin Neill on Unsplash

Llevo unas ocho semanas en las que no logro detener las agujas del reloj.

Todo va bien, aunque podría ir mejor. Siempre puede hacerlo. El tiempo no es del todo agradable, las tareas se amontonan, los correos se acumulan en la bandeja de entrada y vivo inmerso en esa sensación de que nada nunca acaba.

Sin embargo, no siento frustración ni desasosiego. Esta es la parte que no se ve, de la que se habla en los créditos, pero a la que nadie le interesa escuchar.

Todo saldrá a flote, ya lo creo. Soy un corsario especialista en sobrevivir a los naufragios.

Durante cualquier proceso en el que se persigue un objetivo, existe una ligera brecha en el horizonte que nos tambalea, un tercer acto que nos exprime las pocas energías que nos quedan para seguir adelante. Hace tanto tiempo que vivo en ese hiato y me he dado cuenta de que es cuestión de seguir remando, de armarse de paciencia y no desistir.

Por eso, hagamos lo que hagamos, es necesario llenar los pulmones, dar un paso al frente y apreciar el momento. Estar aquí, pero sin perder nuestro norte, el que nos dirige, ni la esperanza que nos mueve.

No sé si todo llega, pero me temo la vida no trata de llegar, sino de marcar el camino.

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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

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