Llegando a la bajada

three beach illustrations

Sin darme cuenta parece que agosto encara su recta final. Escribo estas líneas antes de llevar el coche a lavar, hacer los recados del sábado y regresar a la escritura. Ayer derribé el muro psicológico de las siete mil quinientas palabras. Hacía tiempo que no llegaba a esa forma, pero correr me ha enseñado a que todo es mental. El proyecto en el que trabajo toma cada vez más forma. He pasado el umbral de las cien mil palabras y me enfrento a la resolución del primer borrador. Luego habrá que echarle horas y horas armando el rompecabezas en el que me he metido. Los libros tan largos sacan lo mejor y lo peor de mí. Creo que éste merece la pena. No espero nada de él y a la vez tengo grandes expectativas puestas en su salida. Pero he aprendido a que existe un factor determinante que está fuera de mi alcance, por mucha intención que le ponga.

El viejo iMac murió hace unos días y decidió no mover el disco duro. Perdí algo de tiempo, pero tuve que acondicionar mi escritorio al viejo portátil (otro Macbook de 2010). Por suerte lo tenía todo guardado en copias de seguridad. Lo bueno de usar Linux es que lo arranca hasta un viejo Seat 850. Algún día hablaré de cómo y por qué nunca he comprado un ordenador. Es una historia curiosa, nada más.

El verano entra en pendiente. Esta semana he descubierto una lista de música para escribir que me está salvando las tardes. Y casi se me olvida que termina el plazo de participación en el Premio Amazon, en el que participo con El Último Adiós.

No puedo esperar a ver qué nos trae la bajada del año.