Mariposas

Mientras escribo estas palabras, alguien estará tomando un vermú en una terraza en algún lugar cercano y otra persona comenzará su vida.

El can duerme, el estómago aprieta y no son mariposas. Me encuentro perdido entre etiquetas, con o sin almohadilla, porque, en resumen, es lo que nos piden los tiempos que corren.

Unos jóvenes hablan del amor de hoy, el de los corazones en la pantalla, la exposición, el físico y las imágenes que desaparecen a las veinticuatro horas. Lo comparan con el de antaño, reclaman flores, paciencia, caricias y sentimientos.

Los mitos se caen y, de repente, ninguno de esos blogueros me resultan ya interesantes. No es que sepa demasiado de sus vidas, es que prefería haberla imaginado de otro modo.

Llegamos a olvidar que la imaginación necesita alimento porque, sin ella, somos incapaces de crear, aunque sean ideas preconcebidas que jamás existieron. Sin imaginación no soñamos, ni idealizamos, ni tampoco vemos más allá de lo que nos dictan los sentidos.

Darnos el placer de echar de menos algo, a alguien. Recrearnos en esos momentos, encontrar belleza en un rincón privado.

Quizá por eso escriba, por eso me guste más lo que no veo, pero intuyo, siento y, por ende, dejo para otros. Y que cada uno piense -o imagine- lo que quiera.