Miedos

woman swimming in water

Uno de sus mayores miedos era ser juzgado por el resto.
Nunca hizo nada y terminó convirtiéndose en lo que más temía.

Está en nuestra naturaleza criticar lo desconocido, para convencernos de que es mejor estar donde ya estamos.

Gracias a las redes, podemos conectar con personas que eran inalcanzables aunque, a la vez, cualquiera puede opinar de lo que quiera, sin pensar demasiado en las dos frases que ha escrito, ni en el daño que puede arrastrar con su manifestación. Antes, el comentario terminaba en un bar o en un círculo reducido. La fama duraba segundos o quizá menos. Hoy, puede recorrer el globo en cuestión de minutos y hacernos creer que esa persona dice algo coherente.

Tal vez sea hora de pensar más por nosotros mismos y menos por lo que digan los demás, hora de ser menos frágiles y de fortalecer la única voz que importa, que no es otra que la interior. Hora de juzgar menos a los demás (incluso a los que opinan) y dejarlos pasar como esa hoja seca de otoño, arrastrada por un fuerte viento. Hora de ser más íntegros y no la imagen deforme que queremos proyectar, como la que vemos bajo el agua de una piscina.

Los miedos siempre van a existir, pero quizá sea la hora de que la opinión ajena no forme parte de ellos.