Minimalista

Preocúpate por lo que piensen los demás y siempre serás su prisionero, dijo el filósofo Lao Tsé. Una frase tan corta y tan fuerte que resulta difícil no pararse a reflexionar y mirar hacia dentro.

Recuerdo que estaba en primero de carrera, atrapado entre las páginas de la prosa yuxtapuesta de Jack Kerouac y su obra, “En el camino”, “Los vagabundos del Dharma”, cuando llegué a los textos del chino. El americano supuso un antes y un después en mi desarrollo personal. Mucho más de lo que supusieron otros escritores.

Eran días de transición, en los que aún no poseía un aparato para leer libros electrónicos y tenía que recurrir a la biblioteca pública para hacerme con las obras que no podía comprar o conseguir.

Entonces, sacaba prestados más libros de los que era capaz de leer y que, como consecuencia, devolvía sin haber empezado. Aquel fue mi primer acercamiento a una actitud minimalista de la vida, simple.

Más tarde, me mudaría a Letonia por un año, con dos maletas y lo justo para sobrevivir. No era la primera vez que viajaba al extranjero, aunque sí la primera que vivía en una casa que no era la mía. Compartir espacio, limitar tus posesiones. El modelo funcionalista que la Unión Soviética había instaurado en las viviendas me obligó a limitar el espacio, a acomodarme en apartamentos simples y de tamaño reducido, si los comparaba con los españoles.

Aprendí que, en lugar de buscar más espacio, lo que necesitaba era aprender a desprenderme de cosas, quedarme con lo básico y contentarme con ello. No era una cuestión de ambición, pues estaba de paso y sólo quería sentirme cómodo.

Más tarde, mi periplo continuó por Polonia y adaptarme no fue complicado, ya que las viviendas eran similares.

Entonces llegó Thoreau y “Walden”, un ensayo sobre la vida en los bosques, la soledad, la simplicidad de las cosas y la eternidad. Dicen que el americano escribió las bases del minimalismo como estilo de vida, aunque no fuera su intención.

Reconozco que fue una casualidad que llegara a mis manos pero, como todo en esta vida, pienso que las cosas suceden por algo.

“La mayor parte de los hombres, incluso en este país relativamente libre, se afanan tanto en innecesarios artificios y labores absurdamente mediocres, que no les queda tiempo para recoger los mejores frutos de la vida.” — Henry David Thoreau.

Pronto aprendí que no estaba solo ni había perdido la cabeza. Descubrí que me sentía más libre al enfocar mis pensamientos en otras áreas de mi vida. Y, al igual que me pasaba con el espacio, también puse límites a mis relaciones personales, a mis contactos de Facebook, a la gente que seguía en Twitter. Comencé a eliminar todo aquello que no necesitaba a mi alrededor hasta encontrar la paz mental que buscaba.

Un día, paseando por el parque Real de Varsovia, encontré la paz en el banco de un parque leyendo en mi Kindle. Lo recuerdo con vividez. Hacía sol, la primavera se acercaba y yo me detuve frente a una fuente cercana al palacio Belvedere.

Al poco, una chica de cabello rubio se sentó en el otro extremo del banco y me sonrió. Era joven y supuse que tendría algunos años menos que yo. Le di algo de conversación sin ser intrusivo y eso le sorprendió. Había aprendido que lo que en mi tierra era normal, allí no lo era tanto. Descubrió que era extranjero por mi acento al hablar su lengua. Después la conversación decayó como el sol al alcanzar la tarde.

Hacía fresco y se habría venido a un lugar más cálido a tomar café si se lo hubiera propuesto, o tal vez no, jamás lo sabré, pero yo no estaba buscando nada, ni siquiera compañía.

Ella se despidió, repitió mi nombre dos veces y caminó hacia la salida mientras veía cómo su figura se hacía más y más pequeña. Ambos nos marchamos con un grato recuerdo.

“Donde quiera que me sentara podía vivir, de manera que el paisaje se irradiaba desde mí mismo.” — Henry David Thoreau.

Poniendo a un lado las modas y con independencia de nuestras ambiciones, es fundamental plantearnos por qué estamos aquí y cuál es la razón por la que deseamos nuestras posesiones.

Vivimos en una vorágine de consumo tangible e inmaterial, de objetos y emociones ilusorias, de querer más y más cada día, sin plantearnos un porqué.

Poseer no es negativo mientras nuestras emociones no se vean atadas. De lo contrario, sólo seremos esclavos de lo que nos rodea.